Mientras su mujer Michelle explicaba los beneficios de una dieta sana – “an apple a day keeps the doctor away”, dijo dando ejemplo con una manzana en la mano – dentro de su programa ‘Muévete’, que trata de combatir la obesidad infantil, Barak Obama se destapaba la semana pasada con una declaración sorprendente al comparar el consumo de marihuana con el de alcohol o cigarrillos: “Como ya se sabe fumé ‘maría’ cuando era niño y lo considero un mal hábito, un vicio, no muy distinto de los cigarrillos que fumaba cuando era joven y buena parte de mi vida adulta”, afirmaba en una entrevista para la revista ‘New Yorker’.
Según afirmaba a continuación, el presidente ha hablado de la marihuana con sus hijas – de 15 y 12 años – asegurándoles que es una mala idea, principalmente porque es una pérdida de tiempo y es algo poco saludable. En cualquier caso, Obama se ha mostrado favorable a la legalización, de acuerdo con las iniciativas que han emprendido los estados de Washington y Colorado, debido a la concentración de detenciones entre miembros de minorías étnicas. “Es importante para la sociedad – afirma el presidente de los Estados Unidos – que no haya una situación en la que una importante proporción de personas viole la ley en un momento u otro pero sólo unos pocos sean castigados”.
En relación a estas declaraciones, el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre drogas, el doctor Francisco de Asís Babín, considera que sus declaraciones son inconvenientes y además van en contra de la pedagogía tradicional de los países occidentales, incluido Estados Unidos. “Cualquier mensaje que banalice o reste importancia a la peligrosidad del consumo de sustancias con potencial adictivo no ayuda. Habría que interpretar por qué lo hace y puede ser que tenga que ver con el problema interno que le ha salido al verse incapaz de detener la regulación de dos estados que es absolutamente contraria a la que defiende su Gobierno y sus órganos de investigación e intervención en materia de drogas”.
El delegado del Gobierno cree que no tiene mucho sentido comparar dos elementos tan distintos entre sí y que pueden ser igualmente nocivos cada uno a su manera aunque considera que es importante también tener en cuenta el aspecto cultural. “El tabaco llega a Europa en 1492, con el descubrimiento de América, y está vinculado a nuestra cultura desde entonces, por tanto es lógico que tenga un tratamiento normativo distinto a una sustancia que no es en absoluto parte de nuestra cultura como el cannabis”, explica.
“Si hablamos del tabaco estamos hablando de la primera causa de mortalidad, probablemente a nivel mundial, de ahí que la mayor parte de los países civilizados hayamos optado por una normativa restrictiva para proteger a terceros. Se reconoce por motivos culturales el derecho a que los adultos opten por su consumo pero se intenta evitar que terceras personas se vean perjudicadas. En el caso del alcohol, sabemos que es una sustancia potencialmente adictiva y que sus efectos son inmediatos, de modo que tiene consecuencias de riesgo como puede ser su relación con el volante. De ahí que no convenga banalizar con ninguno”, continúa.
Para el profesor titular e investigador del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense y miembro de la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides, Ismael Galve-Roperh, la diferencia entre el tabaco y la marihuana está en el componente activo de cada uno, la nicotina en el caso del tabaco y el cannabinoide en el caso de la marihuana. “La nicotina aumenta el ritmo cardíaco, cambia el estado de atención y aumenta la concentración pero no altera el estado de percepción de la realidad. El cannabis por su parte cambia esta percepción del entorno y genera estados de euforia, depresión o relajación, es decir, afecta a las emociones”, asegura el investigador.
El tabaco es una sustancia nociva porque está directamente vinculada al cáncer mientras que no existen estudios que resuelvan si la marihuana, fumada sola, está relacionada con esta enfermedad, si bien es cierto que en un 90% de los casos los usuarios la fuman mezclada con tabaco. Por otro lado y según asegura el investigador, la nicotina es mucho más adictiva que la marihuana al igual que el alcohol, aunque la marihuana también lo sería en tanto en cuanto se fumase acompañada de tabaco.
En cuanto a otra clase de efectos nocivos para el organismo, el consumo intenso de marihuana tiene efectos nocivos a nivel de memoria y aprendizaje, dificulta la toma de decisiones y aumenta el riesgo de desarrollar esquizofrenia o brotes psicóticos cuando se consume a temprana edad, si bien para que esto ocurra debe existir una predisposición genética y no se presenta en todos los casos ni con carácter general. Sin embargo, un estudio reciente publicado por la revista ‘Neurology’ afirmaba que beber al día más de 36 gramos de alcohol, esto es, más de dos copas al día, adelantaba hasta seis años la pérdida de memoria.
Legalizar o no legalizar
Para Francisco Babín no hay ningún escenario en el que la legalización sea una buena idea, aunque esto no quiere decir que España carezca de una regulación. “Vamos muy por delante de otros países. Tenemos la regulación que queremos tener en función de nuestro objetivos y la condición es que el único fin al que se puede destinar una cosecha es la industria farmacéutica, no al consumo particular y mucho menos a la generación de un mercado que lucre a una serie de personas al mismo tiempo que pone en riesgo la salud de otras”, explica el delegado del Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas.
Sin embargo es un hecho que los casos de Uruguay, Washington y Colorado han reabierto un debate que se pone de actualidad con cierta recurrencia, quizás más de la que indica la propia demanda. Según datos manejados por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas más del 70% de los españoles de entre 15 y 64 años están en contra de que se legalicen las drogas. En España la prevalencia del consumo entre adultos es del 7% de la población, lo que es un dato alto en relación a los países de nuestro entorno pero que sigue siendo un porcentaje muy minoritario de la población. Entre los jóvenes este porcentaje asciende pero como afirma el doctor Babín, no sería lógico favorecer el consumo del que es precisamente el sector de más riesgo entre los consumidores.
España está en los puestos de cabeza mundial en consumo de cannabis entre adolescentes, según la última encuesta sobre conductas saludables efectuada por la Organización Mundial de la Salud. El 16% de nuestros estudiantes de 15 años admite haber fumado en el último mes – sólo superado por el 18% de los canadienses – y el 27,5% admite haberlo probado alguna vez, una cifra que se va hasta el 30% si contabilizamos sólo a varones. En comparación, países de nuestro entorno como Italia (19,5%), Portugal (12%) o Alemania (11,5%) presentan índices muy inferiores.
Los que defienden la legalización aseguran que permitiría acceder a un producto más fiable, con los correspondientes controles de calidad y el conocimiento pormenorizado de su composición. Según el secretario de la Federación de Asociaciones Cannábicas, Jaume Xaus, la prioridad de la Federación no es en estos momentos la legalización de la marihuana sino la regulación de su consumo. “No nos oponemos a la legalización, por supuesto, pero consideramos que la regulación del autoconsumo y el autocultivo, personal y compartido es prioritaria. La legalización iría más adelante. La experiencia nos dice que en los países en los que se ha legalizado la venta de marihuana sin una regulación previa del cultivo, como es el caso de Holanda, el mercado termina en poder de las mafias”, asegura.
El camino sería por tanto implantar un modelo integral que regule el cultivo, la venta y el consumo, para después legalizar el producto. Uruguay y el estado de Colorado son los ejemplos más claros de este buen camino, por delante de Holanda, ya que han optado por regular. Xaus pone también el ejemplo de California, que aunque no se ha definido en torno a la venta, sí ha regulado cuestiones como el autocultivo y la prescripción terapéutica.