La frágil tregua entre Israel y Palestina ha vuelto a romperse, con el consiguiente intercambio de golpes entre ambos contendientes, que se extiene por cuarto día consecutivo. La aviación israelí sobrevuela y bombardea la Franja de Gaza desde el pasado viernes, y se ha cobrado la vida de 23 palestinos, ocho de ellos civiles, y decenas de heridos. Todo comenzó el viernes cuando Tel Aviv acusó a las milicias palestinas de alentar sus represalias con el lanzamiento de dos cohetes desde la franja mediterránea, aunque no habían provocado ni víctimas ni daños. Caídos en mitad de la nada.
A pesar de ello, la contundente respuesta israelí no se hizo esperar y en un ataque aéreo selectivo alcanzaron el coche donde viajaban dos líderes milicianos: el jefe de los Comités de Resistencia Popular (CRP), un grupo de activistas armados, Zuhair al Qesi, y su lugarteniente Mahmud al Hanani. Su muerte desató la ira de sus correligionarios que ya han lanzado un total de 124 cohetes hacia Israel, según las estimaciones del ministro de Defensa israelí, Ehud Barak.
Entre ellos, asegura que 44 eran del modelo Grad, 68 del modelo Qassam, de fabricación casera, nueve morteros y tres cohetes de 107 milímetros, frente a las 26 incursiones judías en Gaza. No obstante, Israel parte una vez más en clara ventaja. Además de su potente aviación, que mantiene un estricto bloqueo aéreo y bombardea sin piedad la Franja, cuenta con el primero y más moderno sistema de defensa contra cohetes de medio alcance, conocido »Iron Dome» o Cúpula de Hierro, valorado en miles de millones de euros.
El sistema, que consta de un potente radar y una batería de 20 lanzaderas de misiles, ha sido desplegado a modo escudo a lo largo de la frontera con Gaza. Con ellos, ha conseguido desequilibrar todavía más la balanza a su favor y las autoridades aseguran que han interceptado 27 cohetes, aunque el resto no ha conseguido alcanzar ningún objetivo. Teniendo en cuenta que cada lanzamiento del »Iron Dome» cuesta unos 28.000 euros, el saldo de la defensa israelí alcanza ya como mínimo una cifra de 756.000 euros.
Un precio que supera por mucho los cientos de euros que cuesta un cohete Qassam o los morteros, los favoritos entre las milicias. A pesar de ello, el verdadero objetivo del Iron Dome es el cohete Grad, mucho más destructivo, preciso y de mayor alcance. Las milicias palestinas cuentan sin embargo con existencias muy limitadas por su alto coste, varias decenas de miles de euros, y la dificultad de introducirlos en Gaza.
Algunos han impactado a decenas de kilómetros de ciudades como Beersheva y Ashdod, a 50 kilómetros de Tel Aviv, lo que no ha hecho sino endurecer la respuesta israelí a pesar de causar sólo tres heridos. Tras la operación »Plomo Fundido» de 2008 y 2009, donde murieron cerca de 1.400 palestinos, Israel decidió dar un salto cualitativo en su capacidad defensiva y la Cúpula de Hierro demostró su eficacia en la última escalada de violencia en Gaza, en octubre de 2011.
«Una respuesta desproporcionada y un crimen contra la humanidad»
Las operaciones »preventivas» de Israel no son nuevas. De hecho, los »target killing» o ataques selectivos contra presuntos objetivos terroristas se han convertido en la táctica israelí para golpear a la maltrecha Franja de Gaza, sumida en una crisis humanitaria por el bloqueo hebreo. Unas acciones militares que implican grandes daños colaterales, pues la mayoría de los muertos palestinos son víctimas civiles, entre ellos numerosos niños.
«No es una acción aislada, sino una persecución contra la población palestina, ejecuciones extrajudiciales que están prohibidas por el derecho internacional y constituyen un crimen contra la humanidad«, explica el profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III, Rafael Escudero, experto en el conflicto y autor de varios libros al respecto. Unas operaciones dirigidas y premeditadas que son una respuesta «desproporcionada» ante la supuesta amenaza palestina. Y legítima, según la legislación israelí, ya que la Corte Suprema del país (equivalente al Tribunal Supremo español) autorizó este mecanismo en 2011.
Así y ante las acusaciones de crímenes, Israel se cierra en el argumento de la legítima defensa. Los analistas consideran que esta nuevo enfrentamiento, sin precedentes en los últimos meses, es una maniobra israelí para impedir que los milicianos de Gaza usen el desierto del Sinaí, en la frontera con Egipto, para realizar sus entrenamientos. De hecho, fuentes militares israelíes señalaron que Al Qesi estaba preparando un ataque de grandes proporciones contra Israel «en los próximos días», justificando la operación donde le dieron muerte con el objetivo de abortar sus preparativos.
Tras su muerte, los milicianos palestinos han prometido vengar su muerte y la del resto de caídos. Uno de los portavoces de los CRP apuntó que tras «este abominable crimen» mantienen «todas las opciones abiertas para responderlo». Tel Aviv lo tiene claro. Responderá a cualquier amenaza con toda su fuerza y a juicio del primer ministro, Benjamin Netanyahu, lo primordial es «mejorar aún más sus defensas» y «comprar más sistemas antimisiles como el Iron Dome». Israel muestra de esta manera su disposición a continuar con su política de asesinatos selectivos.
«Es de prever una agudización en los próximos años, en la medida en que Israel apriete más a Gaza», considera Escudero. Un lugar que conoce bien y describe sin pudor como «el peor sitio del mundo, donde no hay nada más que miseria» por culpa del bloqueo israelí. El conflicto parece lejos de una solución y, de seguir así, la escalada de la violencia será la tónica dominante. Un futuro más negro donde Palestina tiene mucho que perder mientras que Israel aumenta su superioridad y cerca a un pueblo que busca reconocimiento para poder negociar en una posición equivalente.
Y es que «si condenas a un pueblo a la miseria más absoluta, que puedes esperar: odio, violencia y fanatismo», sentencia Rafael Escudero.