Entrar en Corea del Norte es casi imposible para un español. Solo se puede acceder al país tras pagar entre 3.000 y 4.000 euros a un catalán llamado Alejandro Cao , un seguidor férreo del régimen norcoreano que cuenta con el beneplácito del gobierno asiático y organiza los viajes.
Cao comenzó a interesarse por Corea con solo dieciséis años. El joven, desencantado con el sistema capitalista, comenzó a estudiar otras opciones de gobierno como el socialismo introducido por Marx, Lenin y encontró en Corea del Norte su ideal.
Su primer contacto con el país asiático fue durante una visita de una delegación norcoreana de la Organización Mundial del Turismo en Madrid. Poco después fue invitado a visitar Corea del Norte y desde entonces es el único extranjero que representa a la República Popular Democrática de Corea.
Sin contar con la recomendación de Alejandro es imposible acceder al país, que está totalmente cerrado a los periodistas. En el caso de conseguirlo, como turista, la visita al país en teledirigida y controlada al detalle por el gobierno. Además, es imposible entrar con móviles u ordenadores.
Un “país inimaginable”, totalmente cerrado al mundo exterior
El régimen controla cada detalle de la sociedad norcoreana, que padece una gran hambruna desde hace años. “De los 22 millones de norcoreanos, 18 pasan hambre. El país está a 50 años de la realidad española”, explica a Teinteresa el periodista y autor del libro “La Unificación de Corea”, Santiago Castillo.
Corea del Norte es un “país inimaginable”, totalmente cerrado al mundo exterior, sin acceso a Internet y las nuevas tecnologías. La educación es obsoleta y está basada en la filosofía Juche, ideología comunista del régimen norcoreano que se articula en función de los intereses del gobierno.
El país carece de luz, que se entrecorta continuamente, y la televisión solo emite telenovelas familiares y propaganda del gobierno. Pese a la situación del país, donde no existe acceso a una sanidad básica ni a medicamentos, los norcoreanos, un pueblo taciturno, no reaccionan a su precariedad. La crítica al gobierno es inconcebible. El miedo a sufrir represalias anula cualquier posibilidad de levantamiento.
En Corea del Norte unas 200.000 personas viven en campos de concentración. El resto sobrevive en zonas rurales o en la capital, donde las calles permanecen desiertas y sin apenas tráfico. Hay pocos coches, porque para tenerlo se necesita un permiso especial prácticamente inalcanzable.
Pese a que la comunidad internacional se ha alarmado por la muerte del líder norcoreano, Kim Jong-il, Castillo no encuentra motivos para la preocupación. “El 28 de diciembre, tras los funerales, el nuevo líder tomará posesión y todo seguirá siendo igual”, señala el periodista.
El joven Kim Jong-un, quien sucederá a su padre en el poder, deberá hacerse con la confianza del ejército y la sociedad. Hasta entonces, Castillo apunta que el tío del joven, Jang Song-thaek, con gran poder durante los 17 años que estuvo Kim Jong-il al frente del país, es el hombre que desde ya orquesta el destino de Corea del Norte.