El fiscal Alberto Nisman, que murió en extrañas circunstancias mientras investigaba el atentado perpetrado el 18 de julio de 1994 contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, pidió un arma porque tenía «miedo» pero no pretendía usarla, según ha informado el técnico informático que se la prestó.
Diego Lagomarsino, que trabajaba arreglando los ordenadores en la oficina de Nisman y de momento es el único imputado por la muerte del fiscal del caso AMIA, porque fue la última persona en verlo con vida, ha comparecido este miércoles ante la prensa para relatar su encuentro con el fiscal.
«Estoy el sábado en mi casa y me aparece una llamada privada en mi teléfono. Era Alberto Nisman diciéndome si podía ir», ha dicho, explicando que «no era infrecuente que pidiera eso» porque trabajaba sin horarios.
Lagomarsino ha contado que al llegar a la casa de Nisman le llamó la atención que sobre la mesa del salón «había mucha documentación y cuatro subrayadores amarillos». «Me llamó la atención por la forma en que era él», ha apostillado. El informático le preguntó si la denuncia presentada contra el Gobierno por encubrir a los sospechosos iraníes del atentado contra la AMIA «había tenido más repercusión de lo que él pensaba y dijo que sí, que en realidad tenía más miedo de tener razón que de no tenerla«.
«En ese momento me dice »¿Tenés un arma?». Me dejó mal, no lo podía creer y lamentablemente le dije que sí. »Tengo miedo por las chicas», me dijo (en alusión a sus hijas). »Pero Alberto, vos tenés seguridad», le dije. »Pero ya no confío ni siquiera en la custodia», me respondió», ha relatado.
El técnico le explicó que la pistola Bersal del calibre 22 de la que disponía era «un arma vieja que realmente fallaba». «Me dijo: »¿El único favor que te pido y no me lo hacés? Es para llevar en la guantera por si viene algún loquito»«, se justificó.
De acuerdo con su relato, volvió a su casa para recoger la pistola y llevársela a Nisman. Cuando regresó a la vivienda del fiscal le encontró «muy shockeado». «Yo no soy experto en armas, pero le di las instrucciones y me dijo: »Igual no te preocupes, porque no la voy a usar»», ha recordado.
Lagomarsino ha afirmado que a su salida de la casa de Nisman se encontró con cinco personas en el ascensor, de las cuales «tres se bajaron y otras dos siguieron hacia la planta baja». «Y ahí me fui. Le mandé un whatsapp para ver si estaba más tranquilo y no me salieron las dos tildes azules«, ha concluido.
Una fiscalía argentina imputó el lunes a Diego Lagomarsino, colaborador de Alberto Nisman, por prestarle su arma, una pistola de calibre 22 que causó la muerte del fiscal la víspera de comparecer en el Congreso para detallar su denuncia contra el Poder Ejecutivo por presunto encubrimiento de terroristas.
«Se encuentra imputado por facilitar el arma Bersa calibre 22 hallada en el departamento de Alberto Nisman», indicó la Fiscalía encabezada por Viviana Fein a través de un comunicado.
El artículo 189 bis, apartado 4 del Código Penal prevé penas de entre uno y seis años de prisión al que «entregare un arma de fuego por cualquier título a quien no acreditare su condición de legítimo usuario».
Nada más conocerse la muerte de Nisman, Lagomarsino se presentó voluntariamente para prestar declaración ante la fiscalía. Según su testimonio, el fiscal Nisman desconfiaba de su seguridad-formada por diez policías asignados por el gobierno- y por la de sus hijas, y por eso le había pedido prestada el arma asegurándole que la guardaría en la guantera de su coche.
El cadáver de Nisman fue encontrado alrededor de las 22.00 (hora local) del 18 de enero en su casa, ubicada en el 13º piso de la torre Le Parc, en Buenos Aires. El fiscal del caso AMIA estaba tendido en el baño y con un disparo encima de su oreja derecha.
Aunque en un principio se barajó la hipótesis del suicidio, ahora tanto la familia como los investigadores lo han descartado. El Gobierno, por su parte, apunta a un complot de la Secretaría de Inteligencia (SINA) para derrocar al »kirchnerismo».
Nisman desconfiaba de su seguridad
Según el relato del colaborador de Nisman, el mismo día del suceso el fiscal le manifestó su desconfianza por los custodios que le habían asignado. «Ya no confío ni siquiera en la custodia», fue la confesión que hizo Nisman a Lagomarsino.
Las críticas al personal de seguridad unidas a las contradicciones en los testimonios de dos de los guardaespaldas ha llevado a la destitución a los responsables de la seguridad del fiscal. Los agentes de Policía Federal responsables de la seguridad del fiscal Alberto Nisman el día de su muerte, el suboficial Armando Niz y el sargento Luis Miño, han sido pasados a disponibilidad -un paso previo a ser expulsado de la fuerza-, según han confirmado fuentes policiales al diario argentino »La Nación».
Se trata de los dos custodios que llegaron al edificio donde vivía Nisman, en Buenos Aires, a las 11.00 horas (hora local) del domingo 18 de enero, pero que no informaron de novedades a sus superiores hasta las 22.40 horas, cuando el fiscal ya estaba muerto y la madre de Nisman, Sara Garfunkel, había llegado al lugar de los hechos.
Los dos miembros de la Policía Federal declararon el pasado miércoles ante la fiscal del caso, Viviana Fein, e incurrieron en varias contradicciones. Por un lado, discreparon en cuanto a la hora en la que se supone que llamaron al timbre de la vivienda del fiscal y, por otra parte, cada uno de ellos indicó que estacionaron el vehículo en un luga diferente.
Además de Miño y de Niz, hay otros diez policías a los que se les ha abierto un sumario administrativo, tal y como informa el citado periódico, que apunta a los otros ocho custodios de Nisman y sus dos jefes, un comisario y un subcomisario.