En la última década del siglo XIX tuvo lugar el escándalo político más notorio de la historia contemporánea francesa: el caso Dreyfus. Probablemente constituyó el primer ejemplo del claro antisemitismo que había arraigado en Europa y que se desarrollaría ampliamente en el siglo xx.
En 1894, el capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, de ascendencia judía, fue acusado de espionaje, condenado a cadena perpetua y exiliado a la Guayana Francesa. Sin embargo, la acusación no parecía tener fundamento, pero la muchedumbre, incitada por la prensa antisemita, ratificó el veredicto.
En 1896 salió a la luz una prueba que implicaba a Ferdinand W. Esterhazy como autor del espionaje y, a pesar de un intento militar por suprimir la prueba, este fue juzgado en 1898 y absuelto después en un juicio que duró apenas unos minutos. Ese mismo año, se hizo público que el coronel Henry había falsificado gran parte de las pruebas utilizadas para incriminar a Dreyfus.
El caso se reabrió en 1899, pero la soberbia del tribunal militar volvió a condenar a Dreyfus como culpable. No obstante, la situación política francesa había cambiado y el presidente Émile Loubet se vio obligado a otorgarle el perdón. Su inocencia quedó definitivamente demostrada en 1930.