La ONG paralizó sus actividades hace una semana y ahora ha regresado a una ciudad de la que han huido unas 100.000 personas. A su regreso, se ha encontrado con la destrucción de cuatro de sus vehículos y de todo el mobiliario de sus instalaciones, entre otros destrozos.
El responsable del CICR, Daniel Littlejohn-Carrillo, ha advertido de que la situación de la población es «extremadamente grave», en un contexto en el que siguen produciéndose situaciones de violencia. «Las necesidades, en términos de agua, alimentos, asistencia sanitaria y refugio son extremas y esperamos que crezcan rápidamente», ha añadido en un comunicado.
El CICR recoge el caso de Mary, que escapó junto a sus diez hijos, de entre siete meses y doce años de edad. La familia se ha encontrado, a su vuelta a Leer, con que su casa y todos lo que en ella había habían sido quemados.
Tanto Mary como John Jal Riak, de 23 años, han dormido a la intemperie durante días y han sufrido las picaduras de mosquitos potencialmente transmisores de Malaria. «Ahora estamos seguros, el problema es que queremos algo de comida», ha contado el joven.
La organización internacional tiene previsto repartir nuevos suministros en Leer este martes. Con ellos, espera paliar las necesidades más urgentes de alrededor de 6.000 personas.