Boko Haram ha matado al menos 11 padres de las cerca de 220 niñas secuestradas el pasado 14 de abril.
Siete padres de las niñas secuestradas estaban entre los 51 cadáveres que fueron llevados al hospital Chibok después del ataque efectuado en una aldea cercana a Kautakari este mes, aseguró un sanitario, quien insistió en mantener el anonimato por temor a represalias por parte de los extremistas.
Al menos otros cuatro padres han muerto a causa de la insuficiencia cardíaca, la presión arterial alta y otras enfermedades que el trauma del secuestro les ha producido durante este tiempo, dijo el líder de la comunidad Pogu Bitrus.
«El padre de dos de las niñas secuestradas entró en una especie de estado de coma y no paró de repetir los nombres de sus hijas hasta que la vida le dejó”, dijo Bitrus.
El presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan, se reunió este martes con algunos de los padres de las 219 niñas secuestradas y con algunos de sus compañeros en la capital del país. Durante meses, los padres han estado pidiendo ver al presidente, quien finalmente accedió la semana pasada a esta petición.
En junio, el grupo terrorista ha llevado a cabo ataques tres ataques mortales en pueblos cercanos a Chibok, los cuales han acabado con la vida de 54 personas.
Chibok, la ciudad donde fueron secuestradas las niñas, sufre a menudo cortes a causa de los frecuentes ataques en las carreteras que están llenos de vehículos quemados. Los vuelos comerciales ya no van a la zona afectada y el Gobierno ha suspendido los vuelos chárter. Para aumentar el dolor las víctimas han tenido que soportar cómo el presidente de su país cancelaba un encuentro con los familiares, a los que acusaba de hacer política.
Las madres de las niñas secuestrados siguen llorandoy pidiendo justicia
Boko Haram ha causado un dolor insufrible a muchas familias. Ruth Bitrus es una de esas madres que han perdido a sus hijas. Intenta hablar, pero el llanto se lo impide. Sus dos hijas están en manos del grupo islamista desde hace más de dos meses, al igual que más de 200 estudiantes de secundaria. En un hotel de Lagos 21 madres contaron al mundo el infierno que viven desde que sus hijas fueron secuestradas por los islamistas en Chibok, el pasado 14 de abril.
«Ayuné durante 15 días, no bebía más que agua», dice Bitrus sollozando. Los familiares de las secuestradas no pueden vivir un día más sin saber nada de sus seres queridos. Otra de las madres, Esther, cuenta que su sufrimiento va a más.
«Mi hija fue secuestrada. Siento que este sentimiento me está matando por dentro. Quiero desaparecer del mundo. Sería mejor para mí. Sinceramente, echo de menos a mi hija. Rezo todos los días para que Dios nos ayude y encuentre a nuestras hijas y volvamos a estar todos juntos», dice entre lágrimas Esther.
Más de veinte padres junto con cuatro niñas que escaparon del grupo terrorista se reúnen para intentar buscar una solución al problema y piden ayuda internacional para encontrarlas.
«Mi marido me consolaba antes cuando lloraba, ahora llora conmigo»
«Muchas madres están recibiendo tratamiento psicológico. Piensan que por las noches llaman a sus hijas y hablan con ellas. Muchas niñas tienen problemas a la hora de comer y no van a clase. No tenemos la ayuda de nadie. El gobierno dice que están haciendo todo lo que pueden pero no terminamos de creérnoslo. Si realmente están buscándolas ahora mismo tendríamos a alguna niña aquí», asegura Esther.
Estas madres hicieron un trayecto en coche de nueve horas por las carreteras del nordeste del país, infestadas de insurgentes, para llegar a Maiduguiri, la capital del estado de Borno. Después tomaron un avión con destino a Lagos para contar el jueves a la prensa la angustia que las va consumiendo.
Lo hacen en un gran hotel que, al contrario de sus pueblos paupérrimos, dispone de electricidad y de internet sin cortes, y de un servicio de seguridad. «Al principio mi marido me consolaba cuando me veía llorar. Pero luego también lloraba él, al no poder soportar el dolor y el traumatismo. Tuvimos que irnos de Chibok porque era insoportable», explicó Bitrus.
«Padezco todo tipo de enfermedades raras desde el secuestro. Lo único que pedimos es que el gobierno y el mundo nos ayuden a encontrar a nuestras hijas», imploró.
Quieren venderlas como esclavas
No se sabe qué ha sido de las rehenes. En un vídeo difundido el mes pasado, el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, había amenazado de venderlas como esclavas o de casarlas a la fuerza. Posteriormente, más de un centenar aparecieron en un segundo vídeo del grupo que sostenía que se habían convertido al islam.
Otra madre cuenta su calvario.
«Me dijeron que habían secuestrado a nuestras hijas», contó Esther Yakubu, madre de Dorcas, de 16 años. «Pensé que no era cierto, porque no creía que pudieran hacer daño a las niñas».
«Pero cuando llegué al colegio, vi que estaba en llamas. El internado, la administración, todo (ardía)», cuenta esta madre que dice «agonizar, en medio de un gran sufrimiento desde el 14 de abril». «¿Por qué Señor?», se pregunta.
«Esta escuela era nuestra esperanza, es lo único que recibimos del gobierno, les suplicamos que traigan a nuestras hijas a casa», añadió.
Monica Strover, otra madre, dice que se escondió entre la maleza cuando vio la escuela en ruinas y se enteró de que las niñas habían desaparecido.
Agradece la ayuda aportada por Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel para intentar encontrar a las estudiantes. «Damos las gracias a los blancos que nos ayudan a buscar a nuestras hijas», dice.
En su combate, las madres de las víctimas cuentan con el apoyo de una ONG nigeriana y de la organización sin fines de lucro estadounidense «Unlikely Heroes», que lucha contra la trata de seres humanos. Pero hoy, el mundo parece haber olvidado a sus pequeñas. Boko Haram es quien no se ha olvidado de matar. 80 muertos más. Y entre ellos, once padres que lloraban a sus hijas.