En 2012, el Gobierno chino expulsó de Pekín a la corresponsal de la televisión de noticias Al Jazeera English. Melissa Chan, estadounidense, pagaba con el destierro el enfado de las autoridades con un documental emitido en la cadena catarí sobre los campos de reeducación donde el Partido Comunista chino somete la voluntad de todo aquél que suponga una amenaza.
En 2013, tres periodistas de la misma cadena fueron detenidos en Egipto por “poner en peligro la seguridad del Estado” y “pertenecer” a la organización prohibida Hermanos Musulmanes. Unos meses antes, el Ejército había depuesto con un golpe de Estado al presidente electo Mohamed Morsi. Los reporteros, el australiano Peter Greste, el canadiense Mohamed Fahmy y el egipcio Baher Mohamed, permanecieron aislados en prisión sin cargos durante un mes. En un juicio exprés posterior se les condenó a penas de entre siete y 10 años. En 2015, fueron liberados por orden del presidente, el general golpista Abdel Fattah el-Sisi.
Diez años antes, en medio de la Guerra de Irak, el Ejército comandado por George W. Bush atacó la sede de la cadena en Irak, y mató a uno de sus reporteros. Washington tenía a la cadena en el punto de mira desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, porque la cadena retransmitía los mensajes de Osama Bin Laden. Lo que la propia CNN buscaba por su interés informativo, Al Jazeera lo conseguía de primera mano por ser el canal de referencia del mundo árabe, se defendían. Cuando lanzaron su cadena en inglés específica para Estados Unidos, las principales empresas de cable se negaron a incluirla en su oferta de canales.
Al Jazeera, literalmente “La Isla” (por la península arábiga donde se sitúa el estado de Catar), ha conseguido ponerse en contra a dictaduras asiáticas o del norte de áfrica, a Estados Unidos y, sobre todo, al Reino wahabista (la rama más radical del Islam) de Arabia Saudí.
Ahora, Riad y sus aliados (Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin) han exigido al Gobierno catarí, dueño de la cadena, que la cierre inmediatamente, antes de diez días desde el pasado 23 de junio). Es parte de un ultimátum de consecuencias no especificadas, que sigue a dos semanas de estrangulamiento económico y diplomático del pequeño estado por parte de sus vecinos.
¿Por qué esa obsesión con una simple cadena de información? Porque se ha convertido en una molesta cadena de referencia, en la BBC del mundo árabe. Tiene 80 burós por todo el mundo, realiza algunos de los mejores documentales del panorama mediático internacional, compitiendo con CNN o NBC en las grandes coberturas internacionales en inglés.
Dicen que llegan a 220 millones de hogares en 100 lugares del mundo. Cuando cubren acontecimientos en los países árabes (las revueltas contra los gobiernos autoritarios de Egipto, Bahréin o Túnez, por ejemplo), lo hacen de forma independiente a las televisiones estatales.
Riad y sus aliados la acusan de ser la portavoz de los Hermanos Musulmanes, ilegalizados en Egipto; de fomentar intrigas e instigar las revueltas árabes que han hecho tambalearse a los gobernantes de la región; y de dar una programación en la cadena en inglés, creada en 2006, y otra “intransigente” y cercana a los terroristas en su versión en árabe.
Algunos de sus periodistas han abandonado recientemente por lo que consideran un cambio editorial. Ali Hashem, una conocida reportera en Beirut, alegó que la cobertura de la guerra siria estaba siendo poco profesional. El corresponsal en Berlín, Aktham Suliman, abandonó también porque, decía al diario alemán Der Spiegel, lo que había sido “una voz para el cambio durante la primavera árabe”, que había “dado voz a los activistas de la región”, estaba derivando en una cadena de propaganda de “los intereses del ministerio de Exteriores de Catar”.
“He perdido la cuenta de las veces que se ha acusado a Al Jazeera y las veces en que se la ha acosado desde que fue creada en 1996”, escribió en The Guardian el director de la cadena, Wadah Khanfar, tras el ataque a sus instalaciones de la fuerza aérea estadounidense durante la Guerra de Irak. “Se ha rumoreado que hemos sido creados por la inteligencia israelí, el Mossad, con la intención de mejorar su imagen en el mundo árabe. También se nos ha acusado de ser un portavoz de la CIA para diseminar la cultura occidental entre los árabes. Algunos incluso han sugerido que somos parte de una conspiración internacional para separar al mundo árabe creando discordia y problemas a los regímenes árabes. Otros decidieron que éramos un escaparate para Osama bin Laden y los Taliban…”