La de Sudán del Sur está considerada la mayor crisis de refugiados de África, ya que desde el comienzo de la guerra civil, en diciembre de 2013, 2,2 millones de personas han terminado en Uganda, Sudán, Etiopía, Kenia, República Democrática del Congo o República Centroafricana. A este dato se suman 1,9 millones de desplazados internos.
Aunque ACNUR ha aplaudido la reducción de la violencia en ciertas zonas de Sudán del Sur y el compromiso político de las dos principales facciones –el Gobierno de Salva Kiir y el bando rebelde de Riek Machar– para lograr la paz, considera que siguen sin darse las condiciones «para un retorno seguro de los refugiados».
Un portavoz de ACNUR, Charlie Yaxley, ha recordado que las necesidades persisten y ha advertido de que la magnitud del éxodo ha superado el envío de fondos, por lo que considera que es necesario «muchísimo más apoyo y solidaridad internacional» de forma «urgente». En 2018, solo se cubrió el 38 por ciento de los 1.400 millones de dólares pedidos para atender a los refugiados.
En este sentido, ha alertado de la falta de infraestructuras, personal y logística para cubrir las necesidades de educación y atención sanitaria, pero también de que, en el caso de Etiopía, la falta de fondos ha obligado a recortar las raciones de comida o que, en Sudán, algunos grupos tienen solo cinco litros de agua por persona y día.
Otra de las preocupaciones de la ONU gira en torno a la violencia sexual y machista o a la necesidad de proteger a la infancia, en la medida en que «el 83 por ciento de los refugiados son mujeres y niños». «Muchas mujeres han denunciado violación y otros actos de violencia sexual o de género, así como el asesinato de maridos y el secuestro de hijos durante el viaje», ha dicho Yaxley.
En el caso de los niños, el trauma se agudiza en casos en los que se han quedado al cuidado de hermanos menores y hay «miles» de casos de reclutamiento por parte de grupos armados, según ACNUR.