Dominador incontestado del Mundobasket de principio a fin, la final ante Serbia fue otro paseo militar para Estados Unidos, que sumó su victoria número 63 consecutiva desde 2006. En estos ocho años contabilizan dos Mundiales y dos Oros olímpicos. Explicar la dictadura estadounidense en el baloncesto en realidad es sencilla. Son los mejores jugadores, los que mejor tiran, los más rápidos, los más fuertes y los que más saltan. Sí, son unos atletas exuberantes, pero atreverse a reducir a ese manoseado factor la supremacía de USA Basketball es de un simplismo burdo y además sesgar la realidad. Por encima de sus músculos, son fenomenales jugadores de baloncesto. Kyrie Irving y James Harden son los principales abanderados de esta selección, brillantemente coronada en Madrid.
Poca historia tuvo la final más allá del embelesador juego de los norteamericanos. Su puesta en escena en estos campeonatos, con toda la globalización y aperturismo de la NBA que se quiera, sigue evocando a un baloncesto de otro tiempo. USA Basketball es una atracción en sí misma que trasciende incluso a un campeonato del mundo. Ante esto, poco pudo hacer Serbia, un combinado joven y enérgico que ni siquiera estaba llamado a afrontar esta empresa. Djordjevic ha formado un equipo interesante que ha llegado por encima de sus posibilidades gracias a un puñado de jugadores impertinentes en el buen sentido de la palabra.
Su inicio de partido respondió a esta rebeldía. Liderados por un genial Teodosic, un base que se ha consagrado en Madrid, ejecutaron cinco minutos desgarradores. Jugando con sangre inyectada en los ojos en defensa y con clarividencia, circulación de balón e inteligencia en ataque. Teodosic fue la atracción principal durante 300 segundos de crecida constante serbia. Un entonado Bjelica acompañó al base. Cada canasta de los serbios se celebró con estruendo en el Palacio en un lapso en el que la selección europea amasó una ventaja de 15-7.
Esta energía inicial se diluyó ante la cruda realidad. Se evaporó con un parcial de 13-0 orquestado por Harden e Irving que supuso el principio del fin. Hasta el descanso, acertaron siete triples de ocho intentos. Klay Thompson añadió otros dos y Curry otro (terminaron con 15 de 30 en el partido). Los estadounidenses cerraron la primera parte con 67 puntos, un ritmo imposible de seguir para cualquier equipo de baloncesto, al menos en este planeta. Si sus estilistas son una parte de la ecuación, la otra sí que responde al atleticismo y al músculo. Frente a Estados Unidos hay pocas canastas fáciles. Sus jugadores, sean exteriores o interiores, llegan a todos los lados, se multiplican las manos, las extremidades se arraciman en torno al balón. Esos enjambres explican las nueve pérdidas de Serbia en la primera mitad que sirvieron para capitalizar doce puntos al contragolpe.
A la avalancha de los primeros veinte minutos, le siguieron otros veinte rutinarios. Sin la efervescencia inicial de los serbios y el aplastamiento ni la vocación arrolladora de los estadounidenses, la final fue un ejercicio estéril. Se lucieron algunos meritorios como Derozan, engordaron estadística otros como Faried y Harden e Irving continuaron con su recital ofensivo. También para que parte del público se burlara de un agua de Thompson. Es gratificante palpar que son humanos, al fin y al cabo. También se dieron un homenaje Teodosic y Kalinic con un alley-hoop. Los últimos minutos, fueron un homenaje de Djordjevic a sus hombres. Agradecido, los retiró uno a uno. Les dio la mano. Los abrazó y les reconoció su trabajo, genial en la fase final en la capital de España.
Sin algunas de sus mayores estrellas, como Kevin Durant, LeBron James o Carmelo Anthony, Estados Unidos no dio opción a ninguno de sus rivales en el Mundial de España. Los despachó a todos por una diferencia media superior a los 35 puntos y no dejó entrever ninguna fisura, por nimia que sea. Como ocurre muchas veces en el deporte, Estados Unidos tuvo que tocar fondo en el baloncesto, sentir la vergüenza y hacer jirones su historia para que el gigante despertara. Soterrados los tiempos de principios de 2000 cuando Yugoslavia, Argentina o España tocaron el cielo, el baloncesto vuelve a la época en que cada certamen internacional era territorio vedado de los norteamericanos. Gracias a geniales jugadores como Irving o Harden, salió coronado también de Madrid. Otro equipo memorable, campeón con todos los honores.