Faltaban tres minutos para las diez de la mañana del 22 de diciembre de 2011, cuando un pequeño pueblo de Huesca de menos de 300 habitantes estalló en júbilo. El 58.268, el número que todos llevaban en el bolsillo, era el agraciado con el Gordo de ese año.
El número se vendió íntegramente en la administración número uno de Grañén, una localidad oscense vecina de 2.000 habitantes, también inundada de alegría, cava y abrazos. Era, además, el Gordo más alto de la historia, ya que fue ese año cuando cada décimo se empezaba a premiar con 400.000 euros.
El número era el que llevaban impresas las papeletas que cada año repartía la asociación de Amas de Casa de Sodeto, que vendieron puerta por puerta 6.000 euros del Gordo en papeletas de cinco euros del número agraciado con el premio máximo. Un “pellizco” de 100.000 euros por papeleta y, en total, 120 millones de euros repartidos. En un pueblo agrícola golpeado por la situación económica muchos no pensaban aquel año ni en comprar Lotería, pero lo hicieron para ayudar a la asociación. Y la fortuna les recompensó.
“En aquel momento no tenía la televisión puesta ni nada”, recuerda Carmen Nogués, presidenta de la asociación, que reconoce que ni se acordaba de que era el sorteo. “Nunca me había tocado nada, así que pasaba de ese día. Hasta que me llamó mi hermana para darme la noticia”.
La alegría se deja sentir todavía en sus palabras. En este pequeño pueblo rural, en el que sus habitantes viven del campo, el Gordo se fue para la tierra, cuenta Carmen. “La mayoría de premiados, como yo, invirtieron en la labranza, en sistemas de regadío que había problemas para pagar y que nos permitieron mejorar las condiciones de trabajo”.
Aunque Carmen también se dio algún “caprichito”: “Un viaje a Italia, que en aquel momento, tal y como estaban las cosas, no entraba en mis planes”.
El Gordo, dice ella en un sentir compartido por los premiados, no te soluciona la vida, aunque sí ayuda a hacerla más fácil. “Lo que se siente en general entre los vecinos es mucha tranquilidad, porque los regadíos suponían mucha inversión y ahora eso lo tienen resuelto. Se invirtió sobre todo en el trabajo, y también en algún arreglito en casa, en coches…”. Además, la asociación está terminando de condicionar un nuevo local para sus socias.
Las amas decasa siguen repartiendo la ilusión en forma de papeletas que “vuelan”. El año pasado, por ejemplo, pusieron a la venta participaciones por valor de 20.000 euros que se agotaron en un mes.
El caso de Sodeto llamó la atención del mismísimo New York Times, que un año después, publicó un reportaje de cómo “el Gordo” había cambiado la vida de esta pequeña localidad agrícola. Bajo el titular “En un pueblo español, casi todos ganaron”, se contaba cómo la suerte había visitado los hogares de este pueblo oscense.
La suerte entró en todos ellos, menos en uno. El del cineasta griego Costis Mitsotakis, que hacía unos meses se había mudado a vivir allí, en un granero restaurado a las afueras. Costis fue el único vecino que no llevaba ninguna papeleta, ya que, al vivir en una casa alejada, nadie se acercó a ofrecerle participaciones. Eso sí, se lo tomó con humor y decidió filmar un documental sobre su mala suerte. Desde entonces, sí compra participaciones. Por si acaso.