Antonio Muñoz repartió en 2010 más de 276 millones de euros. Lo hizo además después de »volver» a su la localidad de Cerdanyola del Vallés, en Cataluña, Muñoz no pudo tener más suerte. Vivía en Cerdanyola, pero trabajaba fuera, hasta que se abrió una oportunidad para trabajar en su pueblo: «llegamos en agosto, el 26, y en Navidad de ese año vendimos el primer premio», cuenta. «Fue además con un número que teníamos fijo, el 79.250, que teníamos desde hace años».
«Antes teníamos una administración en la plaza de Cataluña, donde estuvimos 15 años, pero se abrió la oportunidad en Cerdanyola, porque falleció la dueña, pedimos el traslado y nos pudimos venir al pueblo», explica Antonio, ya cuatro años después de entregar el premio. En su anterior establecimiento no vendió nunca un premio, pero fue llegar a Cerdanyola y besar el santo, «tenía la intuición», cuenta «por el número de administración, el 007», cuenta.
Un premio que tocó repartido, y que dejó muchas historias, como explica. «Hay historias bonitas y algunas malas también… aunque la inmensa mayoría de ellas son bonitas», explica el dueño de la administración El Gran Premio, nombre que había tenido desde siempre en su administración. «No lo hemos cambiado, era el que teníamos siempre», cuenta.
Y narra algunas de las anécdotas que dejó el premio a su paso por el pueblo, «había una familia que vino a hacer la compra al mercado», explica, en referencia al mercado que se encuentra al lado de la administración, «hicieron la compra que tenía que hacer, volvieron a casa y cuando llegaron a casa se dieron cuenta de que se habían dejado dos bolsas«, cuenta, «el marido juró en todo y tuvieron que volver». Cuando volvieron, se pasaron por la administración y compraron varios décimos de Navidad. Su mala suerte no podía haber dado un giro más radical, cuenta.
Todo lo contrario que otra historia que cuenta Muñoz: «hay historias malas. Había una señora que le compró tres décimos a mi mujer», cuenta, «mi mujer los puso en el sobre y se los dio. Al salir, avanzó unos metros, abrió el sobre para mirar y vio que acababan en cero, así que los devolvió«, explica Antonio. Le hubieran tocado 900.000 euros. «Cuento esta historia para que la gente sepa que no hay que devolver un décimo cuando ya lo has comprado», añade. Y cuenta que, como la mayoría de loteros que reparte un Gordo, «se ha multiplicado las ventas», explica.