El escritor Juan Rey ha despojado la figura histórica y humana de Pedro I de Castilla, conocido por «El Cruel» o «El Justiciero», de «las mentiras de la propaganda, de las leyendas populares y de las anécdotas folclóricas» en «1369», obra ganadora del Ciudad de Badajoz de Novela, dotado con 18.000 euros.
El autor, profesor de Facultad de Comunicación de Sevilla, ha dicho a Efe que su libro, publicado por Algaida y cuyo título alude al año en que el rey fue asesinado, es «una indagación en la personalidad de Pedro, algo inestable emocionalmente, a lo que contribuyó su carácter y las circunstancias de la época convulsa que vivió, además de que estuvo rodeado de las peores personas».
El protagonista, último rey de la dinastía de los Borgoña, fue «un hombre educado y vigoroso, capaz de cabalgar de Sevilla a Bilbao sin apenas descansar; había sido instruido por los mejores preceptores de Castilla».
«La manipulación a la que fue sometido por su madre y su valido, y la traición de muchos de los que se le acercaron, lo marcaron para siempre», aunque encontró el amor en María de Padilla, si bien hubo muchas mujeres en su vida.
El autor ha matizado que «no es un personaje desfigurado por el tópico, sino deformado por la propaganda, si se puede utilizar este término para la época», ya que «casi todo lo que sabe de Pedro es a través de la crónica de López de Ayala, noble que militó en su bando y luego se pasó al de su asesino, Enrique II, primer rey Trastámara».
La novela es una reconstrucción muy documentada del asesinato de Pedro I, debido «a la ambición de sus hermanastros por recuperar el poder -y el trono- que tuvieron en vida de su padre, Alfonso XI», y a que «la nobleza se opuso a su intención de continuar la política de fortalecimiento de la autoridad real iniciada por su padre».
Además «Francia deseaba controlar la poderosa armada castellana para vencer a los ingleses en la Guerra de los Cien Años; Pedro mantuvo las alianzas de su padre con Inglaterra, mientras que Enrique se confabuló con la nobleza, que no renunciaba a sus privilegios», según Rey.
«Y todos ellos se alían con Francia y con el Papa -entonces en Aviñón-«, un panorama que abocó al asesinato del Rey y propició que la leyenda se cerniera sobre él.
«Pedro I enseguida entró en el folclore popular; fueron tantos los romances dedicados a su vida y su muerte que se denominan »Romances petristas», a los que hay que añadir la cantidad de anécdotas que se cuentan de él, sobre todo en Sevilla, ciudad en la que mandó construir el Alcázar y en la que vivió largas temporadas; a diferencia de la propaganda oficial, que hizo de el un tipo monstruoso, las leyendas populares lo presentan más amable».
Para el autor, el problema del rey fue hacerse cargo del trono con sólo quince años cuando «Castilla y demás reinos de la Península vivían una terrible crisis» dinástica.
«Lo de la crueldad es un atributo de la propaganda enriquista; según algunos historiadores, el comportamiento de Pedro entra en los parámetros de la época; no fue más cruel que otros reyes de su época; el rey de Aragón, coetáneo, era llamado Pedro el del «punyalet» (puñal, daga, cuchillo); la crueldad fue para Pedro la única forma de supervivencia».
«Vivió siempre rodeado de traidores, lo que le causó una terrible inestabilidad emocional; lo traicionaron sus primos, sus hermanastros, su valido e incluso su propia madre», ha añadido Rey al justificar la cita de William Burroughs que abre su libro: «Un hombre no puede tener peor destino que estar rodeado de almas traidoras».