El escritor argentino Hugo Mujica vuelve con «El saber de no saberse» (Trotta), un ensayo trufado de poesía en el que ahonda sobre el vacío y el desprendimiento y pone el foco en la creación, en la creatividad del hombre, como el lugar que permite «descubrir el infinito misterio de estar vivo».
Creación artística y cultural que da sentido al hombre, en opinión del poeta, filósofo, pintor, antropólogo y teólogo argentino, que asegura que en su país las cosas están «muy mal», menos la vida cultural, «porque esa siempre va bien al margen».
«La política no entiende la cultura -explica el poeta a Efe-. Nunca tuvimos ayuda con ningún gobierno, pero sí que la utilizan. El fascismo »estetizaba» la política, el comunismo politizó la estética, y el capitalismo la mercantiliza; todos la ven como algo para usar. Pero quizá por eso tenemos mucha creatividad, porque tenemos cintura para sacar algo de la nada».
Pero a Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942), que vivió la cultura y la contracultura en los años setenta en Nueva York, y estuvo siete años practicando la meditación y el voto de silencio en un monasterio trapense, no le gusta el discurso de la queja que también se instala en gente de la cultura, «porque esa queja está reclamando poder».
«El gran cambio que sucede ahora con respecto a mi generación -advierte- es que peleábamos para derrocar el sistema, v »aquí ahora», como el eslogan que se escuchaba en la plaza Mayor de madrid con el 15-M, no están contra el sistema: el sistema está en contra de ellos. La queja de ahora es que no nos incluyen, y la de antes era excluirles a ellos», subraya el autor de «Cuando todo calla».
Premio Casa de América de Poesía 2013, Hugo Mujica está estos días en España para presentar «El saber de no saber. Desierto, Cábala, el no-ser y la creación» y el II volumen de su «Obra Completa», que publica Vaso Roto, dedicado a su parte ensayística.
Obsesionado con el vacío, «lo que hace todo posible», que ya trató en su libro «Poéticas del vacío», Mujica en «El saber del no saber…» habla de pintores, de místicos, de creadores, para asomarse precisamente a la creación.
«Cuando uno crea una obra de la nada y luego eso deviene en libro, es el misterio último, una idea que viene ya de lejos cuando imaginamos a Dios como el gran creador, una intuición de que el gran misterio se llama creación. El misterio último es alguien que crea», añade.
Y para que el lector pasee con todos sus sentidos y de forma abierta por todos estos temas, Mujica escribe piezas sobre la mística, la cábala, Geor Trakl, Morandi, Chagall, Lucio Fontana, el Aleph, la primera palabra del alfabeto hebreo.
«Otra vez la única vez: un relámpago, su parto y partida/ Se pueden medir orillas/pero nunca jamás, lo que entre ellas se abre, lo que lo abierto ofrenda (…)». Este verso de Mujica resume todo su sentir.
«Todo lo que nos separa es el vacío entre nosotros», dice, y el poeta pone como ejemplo una puesta de sol. «Mientras uno está viendo una puesta de sol, no está viendo nada; todo se reduce al momento, porque lo que ve lo hace suyo. Pero lo importante es conocer sin estar uno en lo conocido; para mí, eso es lo místico y lo difícil. El árbol está ahí, pero no para mí», añade.
Hugo Mujica cree que los occidentales se definen por el control. «Lo nuestro es controlar y comprender; y comprender es una forma de controlar, y así no es que comprendamos lo que es, sino lo que metemos dentro de los parámetros de la comprensión».
El autor de «La palabra inicial» considera que estamos viviendo el transito entre dos culturas. «Un mundo que se acaba, que es Occidente, la raza blanca que se extingue, y el otro, que todavía no aconteció ni aparece. Por eso estamos en conflicto».
«Creo -añade- que desde dos generaciones anteriores a la nuestra se descubrió que, detrás del autor y del tema de la autoridad había ladrones, detrás del padre que golpeaba la mesa había despotismo, detrás de la familia armónica no había nada de eso», advierte.
«Pasamos de la forma al contenido y ahora tenemos un campo abierto para sembrar», concluye.
Por Carmen Sigüenza.