Llevaba tiempo sin verle. Feliz y charlatán, me presentó a su novia. Y después, el anuncio: “¡Nos casamos!”. Y él no paró de hablar. Y ella, venga a mirarle. Y luego intercambiaron los papeles. Y ella pasó a ocupar el centro del escenario: radiante bailarina de un mirar asombrado… ¡Qué espectáculo!
Los ojos crean sintonía. Disponen para la belleza del encuentro, y poco a poco abren los corazones. Al principio, amar es mirar de forma divertida; reír con la mirada.
Con el tiempo, la mirada jovial descubre nuevas formas de querer con los ojos. Es la mirada-alianza, que se mantiene fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad. Y es la mirada-hogar que se abre paso y busca, a través de los trastos de la casa y las trastadas de los niños, el contacto diario –la conexión profunda– con los ojos de la persona amada.