Sentados en la orilla, con los pies en el agua, las mareas nos revelan dos formas de mirar al mar. Una es la que describe el gran escritor francés François Mauriac: “Intento captar el rumor de una marea que se aleja”. Es la mirada que, tras un largo curso de vivencias familiares, hace memoria y conserva en el corazón todo lo que ha llegado a la orilla de nuestra vida en este año.
Hay sinsabores y tristezas pegajosas como algas. La magnanimidad del mar, que siempre excede sus contornos, nos invita a buscarles un sentido. Y hay también alegrías redondas como conchas. La luz del mar las vuelve a hacer brillar y nosotros elegimos disfrutarlas.
Pero el mar nos habla también de olas por venir. Más que a la incertidumbre, su horizonte vastísimo nos empuja al asombro. Es la mirada cargada de ilusión, abierta a las sorpresas que traerá el nuevo curso. Renovada por los baños de sal, esta mirada se acerca de un modo nuevo a la trama familiar de siempre. “Otro amor, el mismo amor”, escribe Mauriac.