El Gobierno chino impuso hace unos días la visita a los mayores por ley. Esta norma, claramente intrusiva en la libertad individual de los chinos, no sólo obliga a los ciudadanos a visitar y velar por sus ancianos, sino que las empresas tienen también el deber de favorecer estas visitas otorgando más vacaciones a sus empleados. La ley no deja de ser un tanto vaga puesto que no especifica la frecuencia ni tampoco el castigo, por lo que parece más una recomendación de tipo ejemplarizante. Para el sociólogo Amando de Miguel, se trata de una “intromisión en la vida privada de origen oriental y totalitario”. “Nosotros no pasaríamos por eso. No se puede obligar a un ciudadano a llevar una determinada conducta privada, no hay ningún fundamento de orden público que lo justifique”, asegura.
Lo cierto es que algunos países, sobre todo del sur de Europa, recogen en sus leyes la obligación de atender a las personas mayores y España es uno de ellos. “Nuestro código civil dice que tenemos obligación de dar alimentos a los hijos y a los ascendientes. Y cuando habla de alimentar, el código civil se refiere cubrir sus necesidades en general, no sólo la comida, si bien no se puede suponer que esta norma lleve implícita la atención afectiva y dentro de ella, la visita”, explica la vicepresidenta de la Sociedad Española de Gerontología y Geriatría, Pilar Rodríguez Rodríguez, quien añade que es una ley difícil de hacer cumplir, “pero existe y los mayores podrían reclamarlo, cosa que no hacen porque no quieren estigmatizar a sus hijos ni ser una carga para ellos”.
Esta norma es característica a todos los países del sur de Europa – España, Italia, Portugal… – y a ellos también se podría sumar Alemania, que regula específicamente que los hijos tienen obligación de atender a sus padres. “En Alemania ha aparecido recientemente el concepto de ‘abuelidad’, que concede diversos derechos a los abuelos respecto a los nietos, como puede ser el derecho de visita, de tutela o incluso el derecho a una pensión por sus cuidados”, apunta el sociólogo Amando de Miguel.
Este derecho de visita a los nietos también se está planteando en España en muchos casos de separación o divorcio, “pero se trata de casos judiciales concretos en los que el juez tiene esta sensibilidad y de momento no está legislado”, añade Pilar Rodríguez.
En los países del sur la solidaridad familiar es más eficaz que los servicios públicos
En general, los países del sur de Europa tienen la tradición social de cuidar a sus mayores y esta solidaridad familiar funciona y sustituye o complementa a los servicios sociales, que se han desarrollado mucho más tarde que en otros países. A este modelo habría que enfrentar el que se practica en los países nórdicos, donde no hay obligación legal de cuidar a los ancianos, aunque esto no quiere decir que no se haga nunca. “Los suecos, los noruegos, los daneses… también cuidan en buen grado de sus ancianos y hay muchos estudios que lo corroboran, aunque al no ser una tradición social tan arraigada ni estar regulado por ley, ellos han desarrollado unos servicios públicos muy completos que dan una gran cobertura. La principal diferencia, quizás, esté en el tiempo y en la intensidad. A nosotros, cuidar de nuestros ancianos o nuestros dependientes nos absorbe completamente, con una sobrecarga y un estrés considerables. En estos países, digamos que dividen la carga porque tienen muchos servicios públicos disponibles”, explica la vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría.
Los abuelos del sur se sienten peor cuidados que los del norte
Lo curioso de estos dos modelos es que cuando se hacen estudios sobre el nivel de satisfacción con la vida que tienen los ancianos en el norte y en el sur y en las relaciones sociales con sus hijos, los ancianos del sur se consideran peor atendidos y tienen menos sensación de que se ocupen de ellos, mientras que en el norte ocurre lo contrario. “Esto se explica por las expectativas que uno tiene en esta etapa de la vida. Si tú te has socializado y estás acostumbrado a un contacto prolongado con la gente luego lo echas en falta, mientras que si vives en una sociedad donde el valor es la independencia y la emancipación, la sensación de soledad no se agudiza tanto”, explica Pilar Rodríguez.