Chuck Norris vuelve a la pantalla con una perla en Los Mercenarios 2. Stallone le dice: «Escuché un rumor. Oí que te había mordido una cobra y habías muerto». Y el hombre de las frases redondas y las patadas voladoras responde: «Sí, así fue. Después de cinco días de dolor intenso, la cobra murió». Ese es Chuck, el hombre al que los dinosaurios miraron mal una vez. Repito: una vez.
En un artículo reciente publicado en World Net Daily, el actor reflexiona sobre las consecuencias de la adicción al trabajo. «El exceso compulsivo de trabajo se ha convertido en la nueva norma. El trabajo ya no es un lugar, sino un estado mental». En otras palabras: cada vez más, el trabajo se está desplazando de la oficina a la mente para robar tiempo al sueño, a la familia, a los amigos, al ocio…
Uno de los indicadores más claros de que estamos poniendo el trabajo por delante de la familia es la pérdida de sensibilidad hacia las cosas que ocurren en casa. Nuestra mente se vuelca entonces con más frecuencia hacia las cuestiones prácticas que demanda el trabajo y tiende a aparcar las necesidades afectivas de los nuestros.
Poco a poco, vamos perdiendo capacidad para comunicar sentimientos y experiencias interiores; nos cuesta estar en familia y no tener la cabeza en otro lugar. «¿Cortar el móvil, el ordenador o las redes sociales es para ti como cortarte las arterias carótidas?». Esta pregunta es muy de Chuck.