Las urgencias, un servicio rápido, seguro y muy reconocido por los usuarios. Tanto, que la mayoría de los pacientes que entran en un hospital por esta puerta podría haber resuelto su problama en un centro de salud, más cerca de casa. Y de paso, se podría haber ahorrado tiempo y paciencia.
Siete de cada diez casos que se atienden en urgencias podrían haberse tratado en atención primaria, es decir, en la consulta con el médico de cabecera; o en la cita con el especialista. Pedro Villarroel, jefe del servicio del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, asegura que en las urgencias atienden a una media de 400 enfermos al día, pero que solo el 15% de los casos son urgentes.
«Hay un problema de información, de no conocer bien los dispositivos en atención primaria», indica el especialista. Pero, a veces, se usa de forma irresponsable este servicio, por comodidad. También, es un canal rápido de acceso a la sanidad para ciudadanos que apenas disponen de tiempo libre por su jornada laboral.
Villarroel asegura que los inmigrantes acuden más a urgencias que la población autóctona precisamente por este motivo. En cambio, este colectivo recurre menos a la cita con el médico de cabecera o la del especialista, tal y como expone un estudio de la Fundación La Caixa.
Cuello de botella en las urgencias
Sobre el uso que debería hacerse de las urgencias, los médicos admiten que para un enfermo puede resultar complicado valorar si tiene un problema urgente o grave, ya que influyen factores como la ansiedad, el miedo o la angustia que genera una patología. «Puede haber problemas graves que no sean urgentes, y casos que requieren una atención inmediata. Son matices que están en esta disciplina», explica Villarroel.
El especialista recuerda que en las urgencias existe un sistema de cribado para catalogar los casos que registran y dar prioridad a los urgentes. La clasificación del nivel de urgencia se distingue por los colores: rojo para los inmediatos; naranja para aquellos que deberían atenderse en 10 minutos; amarillo, en una hora; verde es un problema menor, y azul es un caso de no urgencia.
A los pacientes se les informa del nivel de urgencia de su problema y de esa manera puede saber si su dolencia podría haberse tratado en la consulta del médico de familia.
Villarroel reconoce que la sobrecarga asistencial conlleva a que problemas menores interfieran entre los casos urgentes y graves. Para combatir esto, propone más educación.