Unos 2.200 millones de personas sufren sobrepeso u obesidad en el mundo y pueden sufrir problemas de salud relacionados con ese padecimiento, según un estudio publicado en la revista especializada The New England Journal of Medicine.
Desde 1980, la obesidad se ha duplicado en más de 70 países y ha crecido continuamente en la mayoría, además de que en el caso de los niños, el ritmo de obesidad de muchos lugares en el mundo superó al de los adultos.
Estados Unidos fue, con casi el 13% de sus habitantes, el país con el mayor nivel de obesidad de entre los 20 más poblados.
La mala alimentación y una rutina sedentaria son los principales causantes de la obesidad. Sin embargo, no los únicos. Engordar por pena es una realidad. Se llama obesidad psicógena.
“Somos más lo que sentimos, que lo que comemos”, señala la psicóloga Julia Vidal quien en su trayectoria profesional ha constatado que tras problemas de obesidad o de trastornos de la alimentación siempre existe un conflicto emocional no resuelto.
Y recurre como ejemplo a la típica escena del cine americano de la chica sentada en un sofá ahogando sus penas en un bote gigante de helado. “Cuando empezamos a comer de forma descontrolada para intentar resolver nuestros problemas y no lo hacemos solo una vez, sino más de tres, es una señal, una bandera de diez metros ondeando al viento y diciendo que algo va mal a nivel emocional”, advierte la directora del centro de investigación Área Humana Psicología de Madrid.
Según la Asociación Psiquiátrica Americana, entre el 20% y el 40% de las personas obesas asocian el hambre emocional a un trastorno que desemboca en el atracón. Esa ingesta que no es controlable, voraz, puede llegar a sobrepasar las 6.000 calorías. Es conocido como «trastorno de ingesta voraz».
No es bulimia, no hay que confundirlo, porque no se vomita, pero es un proceso muy adictivo, relacionado con la necesidad de recompensa, al comer se liberan dopamina y serotonina y, en ese sentido, se buscan productos ricos en azúcar y altamente calóricos que aportan esa sensación de placer.
Identificar las emociones es el primer paso: “El control emocional es entender qué me pasa y qué hacer con lo que me pasa”, apunta Vidal.