Son las seis de la tarde en la Plaza del Dos de Mayo. Sisse llega a paso ligero, viste prendas de colores y en su cara el protagonismo lo acapara una amplia sonrisa. El viento mueve sus rastas. Nos saludamos. En ese momento, nos interrumpen unos turistas que le preguntan, «¿dónde está la Puerta del Sol?». Sisse con un perfecto francés le indica el camino más corto para que lleguen a su destino.
«Sé hablar francés y árabe. Ahora, también español. Pero cuando llegué y vivía a la intemperie, no sabía el idioma. Me reía de mí mismo, intentaba buscar a mis paisanos. Hasta llegar a Lavapiés, parecía mi lugar de origen (risas). Allí, los que me entendían me ayudaron y me guiaron a un grupo de «negros» procedentes de Costa de Marfil».
Cuando saliste de tu país, ¿viniste directamente a España?
(Suspiro) ¡Uy, no! El camino fue y es complicado. Salí de Costa de Marfil hacia Italia, aunque ese no era mi destino deseado. Allí me esperaba un amigo con 200 euros para pagar mi viaje. Una vez hecho este trasbordo, cogí un tren barato con destino hacia Alemania. El tren pasaba por Bélgica, Francia… y, allí me detuvieron.
¿Te detuvieron por no llevar papeles?
Exacto. Me trataron como un delincuente, me esposaron y pasé más de dos días en el calabozo. De allí, otra vez hacia Italia donde conseguí mi nuevo pasaporte. Sin dinero para ir a Alemania decidí emprender mi viaje a España. Y, el 10 de abril de 2005 estaba en Méndez Álvaro sin saber qué hacer y con 35 euros en el bolsillo.
Bien, ¿y qué hiciste en ese momento?
Llegué y viví en la calle, ¿qué iba a hacer?. Trabajé de manera ilegal. Busqué paisanos y los encontré en Lavapiés. Me ayudaron. El ser negro me facilitó los primeros trabajos.
¿En serio? Aclárame eso de que al ser negro te fue más sencillo trabajar.
(Risas) Sí, sí. A los blancos les cuesta diferenciarnos, me hice pasar por amigos con papeles, otros conocidos me alquilaban sus documentos. Me llamé, Ismael, Damma, Aka. Así me buscaba la vida.
¿Aguantaste mucho en esa situación?
No sabría decirte, no controlaba el tiempo. Pero fue hasta que mis paisanos me hablaron de una familia en Alcorcón. Unos señores que acogían a personas en su casa para orientarles en la búsqueda de su nuevo destino. Llegué a este hogar una noche, con frío. Esa misma noche ya dormí bajo su techo y me pusieron un plato de comida caliente. Hacía mucho tiempo que no comía algo tan delicioso. Hoy en día, sigo allí.
¿Quiénes son ellos?
Son mis padres españoles. Ahora están jubilados, viajan mucho y yo soy casi el dueño del hogar. Por supuesto, pago mi alquiler y les hago la comida. He intentado irme varias veces pero nunca he dejado la casa del todo y, al final, regresaba. Vivo con «mi familia española» porque son ellos los que me necesitan ahora. Además, me permite ahorrar y mandar dinero a mi familia costamarfileña. Llenamos maletas de ropa para los que se van a Marruecos, a Mali, a Camerún, a Costa de Marfil. Con ellos, volví a creer en el amor humano.
¿A qué te dedicas ahora?
Soy cocinero. Llevo 9 años dedicándome a este arte. Me fascina cocinar. Soy muy feliz cocinando. He pasado por diferentes restaurantes. Primero, por los típicos de cocina africana, hindú, comida mediterránea… hasta llegar a »Streetxo» de David Muñoz, con el que aprendí muchísimo. Ahora, soy cocinero en la »Hamburguesa Nostra».
Has trabajado con una de las grandes estrellas Michelín de este país, ¿qué destacarías de él y su equipo profesional?
Lo que destacaría de la mayoría de las personas que he ido conociendo aquí, su generosidad. David es como cualquier otro jefe. He tenido suerte. Mis compañeros me ayudaron a crecer entre fogones. Valoro el poder trabajar. Además, me respetaron desde el primer momento, aquí no importó que fuese negro.
¿España es racista?
Cuando llegué, me sentía tan ignorante que no sabía ni lo que era eso. Mi cabeza no estaba preparada para entender que por el hecho de ser negro me vieran inferior, ni que me miraran raro. Me insultarían pero yo vivía en mi ignorante felicidad. Sin embargo, ahora siento más racismo, me escupen, me insultan. Me odian por ser diferente. Algunos blancos meten a todos los negros en un saco y los tachan de ladrones, delincuentes, asesinos, traficantes… no te permiten otro perfil.
¿Ya eres ciudadano español?
(Pensativo) No. Conseguí asilo en 2008. Un gran cartón rojo, poco discreto y que ni siquiera conseguía doblarlo para metérmelo en el bolsillo. Yo cada día lo besaba. Y, cada tres meses tenía que renovarlo, no me fuese a escapar.
¿Eres refugiado?
Ahora, me han quitado mi papel de trámite de refugiado y soy ilegal, otra vez, desde hace tres meses. Antes, estaba en ese largo viaje de trámite. Llevo 11 años sin cruzar la frontera. No puedo salir de España, ni viajar como turista. No puedo volver a mi país porque jamás podría regresar a España, a mi vida.
¿Cómo puede ser?
Sencillo. Por antecedentes. Me paró lo policía y no llevaba la documentación. Me pusieron una multa sin aceptar explicaciones. En 2007, cogí el coche de un amigo y me multaron con 1.800 euros. Él se puso enfermo y no conducir. No tengo carnet español pero en Costa de Marfil trabajaba como transportista. Esta »anécdota» me tiene en juicios. Por esto, y a pesar de que cualquier inmigrante si lleva más de tres años en territorio español tiene derecho a pedir el arraigo, a mí me salió denegado.
Y, la empresa para la que trabajas, te ha puesto impedimentos para seguir haciéndolo?
No. Además me están ayudando mucho. Ellos me dan todos los documentos que me pide el Estado.
Dejar tu país… ¿cómo fue?
Llevaba mucho tiempo organizando mi viaje. Me costó dejar allí a mi hija, con apenas tres años -ahora es casi una adolescente-. Me vendí a la suerte para dejar atrás la violencia. Desde 1999, vivía en Guerra. Entonces, decidí irme a la ciudad donde no degollaban a las personas. El conflicto en Costa de Marfil fue tal violento como el vivido en Uganda. Había explosiones a diario. Una guerra entre cristianos y musulmanes. Una situación que afectó a mi vida personal. Mi relación fue perseguida. Mi mujer es cristiana y, yo musulmán. Me prohibieron estar con ella. Su familia me pegaba, me insultaba, me torturaba. Pero el amor puedo con todo ello y en clandestinidad tuvimos una hija. Mi niña. A mí la religión me da igual.
Antes me dijiste que mandabas dinero a tu familia, ¿sigues en contacto con tu mujer?
Tengo contacto con mi mujer pero después de tanto tiempo, cada uno ha rehecho su vida. Yo estoy tranquilo porque mi hija está con su mamá, en buenas manos. Me da igual si mi niña es cristiana o musulmana. Lo único que quiero es que sea feliz y reciba una buena educación. Por eso, sigo luchando y por ella, sigo aquí. Pienso que la vida se ha portado bien conmigo. Debo seguir sonriendo y pensando en positivo por ella, por la vida. Todo es cuestión de tiempo…
¿Tiempo para qué?
Para tener mis papeles en regla. Volver a Costa de Marfil y traer a mi hija. Ella es muy inteligente, quisiera que viniera a estudiar. Allí tengo lo más grande de mi vida pero el día a día lo tengo aquí.
Quisiera ir a ver a mi madre, mujer religiosa y madre de 12 hijos. Y no tener que elegir la vuelta en patera.
Llegar y decirles a mis amigos que no soy dueño del Metro de Madrid. Ellos, eso creen. Para los africanos, los que somos capaces de salir de allí y venir a Europa, somos triunfadores.
En estos años ha muerto mi padre. Un señor que dirigía el rezo comunitario de los musulmanes, era Imán. No pude ir a su funeral, si voy -ya sabes- no puedo volver. Me pasé ese día cortando cebollas en Streetxo. Llorar sin que nadie me preguntara el por qué de mis lágrimas.