Empezar de cero tiene un precio. Si Catalunya se independiza de España, a las deficitarias arcas autonómicas le costaría más de un lustro y cientos de millones de euros volver a disfrutar de la posición internacional de la que ahora gozan los ciudadanos catalanes al pertenecer a un país miembro de la ONU o el FMI.
Catalunya tendría que conseguir que el mayor número posible de Estados y organizaciones internacionales reconocieran su soberanía nacional. Éste es un proceso lento y complicado en el que es mejor esperar y no actuar antes que recibir un »no». Las características del propio proceso de independencia son claves: si es pactado (un imposible), si se ha llevado a cabo de forma democrática y sin violar derechos fundamentales de los ciudadanos, Artur Mas tendría mucho ganado de cara a la comunidad internacional, por lo que sus asesores le aconsejan una lucha de guante blanco.
Las controvertidas balanzas fiscales, la determinación del Gobierno de Rajoy a la hora de impedir la consulta soberanista del día 9 de noviembre, o la inexistencia de una negociación en la que se otorgue más autonomía pueden ser usadas por la Generalitat como arma arrojadiza para justificar una independencia unilateral, basada en la imposibilidad de los catalanes para desarrollarse económica, política y culturalmente como individuos y como sociedad ante una supuesta violencia estructural del Estado español.
Si el plan de vender a Catalunya ante el mundo como una víctima falla, se tendría un concepto diferente de la secesión, que impediría a la Generalitat »heredar» la pertenencia de España a organismos como la ONU, la OMS, la UNESCO o el FMI. Para este escenario, el Consejo Asesor para la Transición Nacional (CANT) tiene otras bazas.
El caso de Kosovo
Según los asesores de Mas, la independencia unilateral catalana no tiene porqué ser considerada ilegal, aunque no atienda a una agresión por parte del país «matriz», y ponen el ejemplo de Kosovo, que en seis meses consiguió que 51 estados reconocieran su soberanía.
Una Catalunya fuera de España tampoco implicaría su expulsión de las organizaciones y los miles de tratados internacionales a las que ya pertenece a través de España. Para justificar esta afirmación, se amparan en un vacío del derecho internacional, «que no posee de unas reglas claras e inequívocas» con respecto a la creación de nuevos Estados. Se actúa y se decide caso por caso, en procesos en los que habitualmente tienen más peso las cuestiones políticas que las jurídicas, si el nuevo país puede heredar la posición de la nación que ha abandonado.
Del informe »La integració a la Comunitat Internacional» se desprende un gran entusiasmo en el que parece que organismos como la ONU o el FMI estarían deseando tener a Catalunya como miembro. Sin embargo, el texto pasa después a analizar los pasos y los procedimientos para que los catalanes vuelvan a conectarse al mundo después de separarse de España.
Evitar los organismos en los que esté España
Los asesores de Mas han establecido como prioritarias tres tipologías de instituciones: las que consideran indispensables para la soberanía nacional, las que no generen divergencias en la sociedad catalana y por último aquellas en las que ningún país (en referencia principal a España) tenga derecho a vetar la entrada de Catalunya.
La pertenencia a un buen puñado de organismos internacionales puede servir de aval para que otras instituciones más importantes no puedan negarse a reconocer la soberanía nacional catalana. La Generalitat es consciente que en el largo camino que le queda por andar después de la hipotética independencia, cualquier paso hacia adelante es equivalente a legitimarse, sin embargo cualquier negativa no supone quedarse en el mismo lugar, sino retroceder.
Negociaciones con la ONU a partir de 2017
La adhesión a la ONU es la culminación del proceso en el reconocimiento internacional por parte de un nuevo Estado. Estar dentro de ella supone formar parte del mundo y acceso directo a muchas de las organizaciones que la componen, como la UNESCO o la OMS.
Entrar en la ONU y en su entramado, costaría a Catalunya 50 millones de euros, según el informe sobre política internacional del CANT. El procedimiento para entrar como Estado propio en la Asamblea General de Naciones Unidas consta de diferentes pasos:
El país candidato envía una notificación formal al secretario general de la ONU, acompañándola de una aceptación de la carta de Naciones Unidas; el Secretario General informa al Consejo de Seguridad, que debe decidir si recomienda o no el ingreso del candidato, o si aplaza la solicitud. La aprobación exige al menos nueve votos afirmativos y ningún voto en contra de los cinco miembros permanentes del Consejo.
Si la decisión del Consejo recomienda el ingreso, entonces debe considerarse a la Asamblea General, donde al menos dos terceras partes de sus miembros deben votar afirmativamente.
La petición de Catalunya tendría muchas posibilidades de quedar enterrada en el primero de los pasos si España consigue ser miembro no permanente del Consejo de Seguridad para el bienio 2015 – 2016, por lo que los asesores de la Generalitat barajan empezar a los trámites con la ONU en 2017. Los propios asesores reconocen la inexistencia de casos recientes en los que un país recién independizado consiga ser reconocido por Naciones Unidas sin el consentimiento del país «matriz» excepto Bangladesh.
Ingresar en el FMI, hasta 500 millones de dólares
Las normas para entrar a formar parte del Fondo Monetario Internacional son más flexibles que las de otros organismos como la ONU, sin embargo tienen un precio mucho más alto. El CANT baraja una cifra de entre 400 y 500 millones de dólares.
Pero este dinero más que un gasto sería una inversión para un hipotético estado catalán independiente, ya que al ser una organización más «abierta» a la que ya ha tenido acceso Kosovo, Catalunya no encontraría ninguna dificultad para acceder a ella siempre y cuando pague la »cuota de alta», y ser un país del FMI agiliza el proceso para entrar en la ONU y es requisito indispensable para ingresar en el Grupo del Banco Mundial.
Este informe, publicado junto a otros ocho y que completan los 18 textos que asesoran a la Generalitat sobre su camino hacia la secesión, no incluye aspectos realtivos a la Unión Europea porque ya fueron tratados en el trabajo »Les vies d»integració de Catalunya a la Unió Europea».