Con despidos improcedentes, sin dar de alta, sin horarios, trabajando fines de semana. Son solo algunas de las pobres condiciones que miles de empleadas y empleados de hogar y cuidado de personas dependientes (90% mujeres según la Organización Internacional del Trabajo) deben sufrir para poder conseguir su sueldo.
Esta mañana han decidido dar un paso al frente por la lucha de sus derechos y a golpe de mandil y plumero han ocupado los espacios de Malasaña para reclamar un empleo digno. Su reivindicación ha sido simple pero profunda, «un acto y no una protesta». Simplemente han decidido colocar sus herramientas de trabajado a las estatuas que salpican Malasaña. «Las estatuas son bienes públicos y están protegidos por la ley. Nosotras no» han dicho.
Condiciones míseras para un empleo necesario
Rafaela Pimientel es una de estas empleadas. Decidió dar un paso al frente y subir una petición a la plataforma change.org donde explicaba su situación y la de sus compañeras. «Reivindicamos y actuamos por la igualdad plena de los derechos sociales, laborales, políticos, civiles y económicos de los y las trabajadoras del hogar y de los cuidados.». Con esta premisa, la petición ha conseguido más de 100.000 firmas que han presentado en la mañana del jueves en el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
«Hemos sufrido agresiones verbales, físicas, despidos improcedentes, abandonos. Te pueden echar cuando quieran. Algunas han vuelto a sus países por depresiones, sin poder dormir por las noches». Rafaela se presenta como la voz de miles de empleadas de hogar, muchas de ellas extranjeras, que buscan un porvenir mejor. Incluso de las ausentes. «Muchas no quieren hablar por las represalias, pero nosotras sí podemos hablar por ella».
Rafaela viene cargada de relatos que dan una fiel visión de la dificil situación de estas trabajadoras, en muchos casos dependientes de un sueldo a cuentagotas que no cubre todas sus necesidades. «Tenemos 700.000 trabajadoras afiliadas en la Seguridad Social, pero somos muchas más. Hay mucha economía sumergida». Denuncia las condiciones pésimas y la poca regulación que existe para un servicio tan necesario. «Todos tienen derecho a ser cuidados cuando somos mayores, pero el Estado no nos protege para garantizar este servicio».
«Conocemos casos horribles» nos cuenta la portavoz. «Una mujer de 58 se cayó y se partió una pierna. No tenía contrato. Con el tiempo, decidieron reducirle la jornada poco a poco, hasta que al final sólo la llamaron para los lunes. Se quedó con un sueldo de un solo día, sin pensión porque no cotizaba, soltera, con un hijo a cargo y con una hipoteca. Y ya nadie te contrata con 58. Ni con 50, ni con 40″.
La ley del 2012 no es suficiente
A pesar de la reforma en la ley del 2012 donde se las incluía por primera vez en la Seguridad Social, las mejoras de las condiciones laborales aun permanecen invisibles para ellas. «No todo el mundo cumple. Aun no todas tenemos derecho al paro, existen situaciones de malos tratos y pagos en mano. No se nos considera dentro del régimen general de trabajadores, y eso nos daña». «Una compañera de El Salvador cotizó como dijo la ley del 2012, pero la pensión que tiene es tan pequeña que se ve obligada a trabajar si le sale algo, aun estando retirada» ha declarado.
Su petición es sencilla, pero debe pasar por el Congreso. Quieren que España ratifique el Convenio 189 y la Recomendación 201 creados por la OIT. Con ello, las empleadas y los empleados de hogar serían considerados trabajadores dentro del regimen general y tendrían los mismo derechos, lo que supondría un gran respiro para trabajadoras como Rafaela. La OIT explica en su web su intención de dar un paso por la igualdad de derechos y en la protección de la mujer en situación de precariedad. Desde la página recuerdan que la inmensa mayoría de los trabajadores domésticos son mujeres.
Desde su creación en 2011, un total de 24 países han firmado para incluir su contenido en la ley. España aún no es uno de ellos.