Mientras media España estaba de vacaciones, la otra media se estaba quemando. Durante la semana del 7 al 14 de agosto hubo un importante incremento en los incendios forestales, según los datos que aporta el Ministerio de Agricultura.
Hasta esa fecha habían ardido en España 33.377 hectáreas, mientras que una semana antes había ardido unas 18.000 hectáreas.
Los incendios en verano son noticia. De hecho, España es el país de la Unión Europea más afectado por este tipo de catástrofes, aunque otros países del ámbito mediterráneo como Portugal, Grecia, el sur de Francia o Italia también los padecen.
El ser humano y su actividad como origen de un incendio
Más del 90% de los incendios forestales tienen al ser humano y su actividad como origen mientras que sólo el 4% pueden ser atribuibles a causas naturales. Cuando un hombre es el foco causante de un incendio puede ser accidentalmente o intencionado. Tristemente, más de la mitad de los siniestros son intencionados y el 30% se debe a negligencias (no apagar un cigarro en el campo, hogueras, trabajos en el monte, residuos aparcados en la vegetación por excursionistas, quema de rastrojos…).
Efectos sobre la vegetación y la fauna
No hay que olvidar los efectos directos de los incendios sobre la vegetación y la fauna de la superficie. Además, el devastador fuego también erosiona el suelo y la biodiversidad y los que se prolongan en el tiempo son asesinos letales del terreno.
El investigador del CSIC en el Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia Serafín González explica que los efectos sobre el suelo y la vegetación dependen de varios factores, de la velocidad del fuego, ya que hay algunos muy rápidos, que queman una superficie muy grande y matan mucha vegetación, pero otros, que son más lentos, afectan a menos superficie, aunque las llamas se quedan «pegadas» al suelo por lo que la degradación es mayor.
Así, advierte de que si se degrada la tierra, «base de los ecosistemas terrestres«, se producirán ‘a posteriori’ efectos importantes, mientras que el incendio es suave, por ejemplo algunas plantas herbáceas pueden germinar en pocas semanas. En una zona de matorral, sin embargo, no se regenera hasta pasados tres, cinco o incluso diez años y si lo que se quema es un bosque de hace 100 años, al menos pasarán otros cien años en volver a un suelo similar.
En casos más graves, según González, cuando el incendio es «muy severo» y calcina completamente la vegetación y se daña la capa más superficial del suelo, comienza a haber un «riesgo importante» y si poco tiempo después se producen lluvias importantes, sin cubierta protectora de la vegetación, estas lluvias pueden arrastrar ceniza y la corteza del suelo, milímetros o centímetros, lo que provoca un empobrecimiento del suelo.
La lluvia, la enemiga del fuego
En los incendios de 2006 en la franja litoral de Galicia, donde se quemó una gran superficie cerca de la costa, en zonas de pendientes elevadas y tras los incendios se produjeron lluvias fuertes. «Ese es el peor de los escenarios» -ha afirmado-. «Se tuvo que limpiar playas donde hay marisqueo y también quedaron afectadas aves limnícolas, que comen insectos de lagunas y del mar, con graves daños para el chortilejo patinegro, una especie amenazada de Galicia». Para paliar este riesgo y evitar las escorrentías antes de que empiecen las lluvias.
Los terrenos deben cubrirse con una «alfombra de paja», más o menos un cuarto de kilo por metro cuadrado o bien con virutas, que serviría de «venda para cubrir las heridas del suelo», imitando lo que sucede naturalmente en otoño, cuando caen las hojas y el suelo se cubre, de forma que se minimiza el riesgo de erosión.
España está «atrasada» en materia de prevención
España está «bastante atrasada» en materia de prevención y recuperación de las zonas afectadas por los incendios y sobre todo en materia de divulgación de los daños «gravísimos» que producen, de modo que reclama inversiones mayores y fijación de la población rural a través de la producción forestal.
No se conoce el número de animales muertos
Con respecto a la fauna, el investigador del CSIC, lamenta que no existan datos sobre el número de animales que han muerto durante los incendios de este verano pero ha indicado que los efectos de los incendios son extensos y que se producen tanto de forma directa como indirecta.
Más allá de la mortandad directa, con la erosión posterior, cuando llega la lluvia, las cenizas acaban en el agua, de modo que modifica su ph y aumenta la turbidez, de modo que puede producir la mortandaz de las especies acuáticas, tanto vertebradas (peces, a los que se les obstruyen las branqueas) como invertebradas (las madreperlas de río o mejillón de río, en peligro crítico de extinción.
Los efectos indirectos para la fauna se producen en el hábitat que antes ocupaban y que el fuego destruye, por lo que se pueden ver obligados a desplazarse a otras zonas, porque se ha quemado el bosque o porque las charcas se han colmatado por sedimentos o un cambio de especies.