La venganza por el desmantelamiento de la célula de Al Qaeda en España en 2001, la oportunidad para los grupos terroristas norteafricanos de atentar donde residían sus miembros, los desajustes judiciales y los fallos en la cooperación policial motivaron el 11-M, ideado en diciembre de 2001 en Pakistán.
Estas son las causas que explican el atentado terrorista más grave cometido en la historia de España, con 191 muertos y 1.600 heridos, según se recoge en el libro «Matadlos: quien estuvo detrás de 11-M y porqué se atentó en España», presentado hoy por su autor, el experto en terrorismo internacional Fernando Reinares, que ha destacado que la obra «va más allá del sumario del 11-M».
Para el autor, el 11-M fue posible porque los terroristas fueron más hábiles que los servicios antiterroristas, por la falta de cooperación internacional en la materia y por la falta de adaptación de España y Europa en sus estructuras de seguridad interior frente a un terrorismo diferente.
«Si distintas unidades de la Guardia Civil, como la de explosivos y tráfico de drogas, hubieran cruzado sus datos entonces habrían saltado todas las alarmas«, ha asegurado Reinares, que ha añadido que hubo desajustes judiciales, como se desprende de uno de los suicidas de Leganés, detenido en 1997 pero excarcelado después.
El desmantelamiento de una célula: el origen
El germen que originó el plan de atentar en España arrancó con el desmantelamiento de la célula de Al Qaeda en España en noviembre de 2001, cuando varios de los miembros no fueron detenidos al entender los jueces y fiscales que «a la luz de la legislación de la época no había evidencias para arrestarlos», ha señalado Reinares.
Uno meses más tarde, en marzo de 2002, un individuo residente en Irán y los radicales que no fueron detenidos en 2001 pero que pertenecían a la célula de Al Qaeda liderada por Abu Dahdah, tomaron la iniciativa de articular la red que perpetró el atentado del 11-M.
Dicha red estaba configurada por los remanentes de la célula de Al Qaeda en España, miembros del Grupo Combatiente Islámico Marroquí y su homólogo libio, y ya en 2003 se añade la banda de delincuentes liderado por «El Chino». En total, unas 30 personas.
Frente al ideario yihadista que aludió a la presencia española en Irak como una causa que justificó el atentado, Reinares ha mencionado que la decisión se tomó en diciembre de 2001 en Karachi (Pakistán), casi año y medio antes de la invasión de EEUU en Irak, por «un destacadísimo miembro de la célula desmantelada».
La decisión obedeció a motivos de venganza por el desmantelamiento de la célula en 2001, así como por las acciones de España en la lucha antiterrorista desde los años noventa, ha señalado el experto.
Facilidades en el norte de África
A ello se sumó un criterio de oportunidad por organizaciones terroristas del norte de África, que optaron por llevar a cabo su plan allí donde residían sus miembros, y el impulso del número 2 de operaciones externas de Al Qaeda -que había pertenecido a célula de España- dedicado a la comisión de atentados en Occidente.
Al Qaeda aprobó y facilitó la ejecución del atentado y aprovechó el contexto de la Guerra de Irak para enmarcarlo en la estrategia de la organización, ha precisado Reinares, que ha agregado que en octubre de 2003 Bin Laden introdujo la palabra España en un mensaje emitido en televisión que «era clave para dar la aprobación definitiva a los planes en curso».
Reinares ha recordado que el libro no resuelve todos los enigmas del atentado, «que aún los hay», pero aporta resultados concluyentes a raíz de documentación oficial que no existía cuando se investigó el atentado de países como Turquía, Pakistán, Indonesia o Libia así como entrevistas a individuos vinculados al yihadismo que tenían relación con miembros de la red del 11-M.
El libro recoge también la intentona de atentar en el metro de Barcelona en enero de 2008, «que hubiera sido el segundo 11-M según el autor», lo que demostraba que la amenaza del yihadismo «ha persistido más allá del atentado de Madrid o la salida de las tropas de Irak».