Que la crisis nos quita el sueño no es solo una frase recurrente, incluso tópica. Tiene su base médica. Los especialistas en trastornos del sueño han detectado un repunte de las consultas que relacionan con episodios de estrés y de ansiedad, factores que complican el descanso de cualquier persona. Tanto es así, que hoy casi un tercio de los españoles tiene problemas para dormir. Y estas dificultades para conciliar el sueño pueden convertirse en una patología, si no se tratan o simplemente se perpetúan. Los médicos advierten de que hay que vigilar la calidad del sueño para evitar problemas de salud, a corto y medio plazo. Problemas que pueden llegar a ser muy serios.
El insomnio es el primer motivo de consulta en las unidades del sueño de los centros. Lo explica Montserrat Pujol, vocal del Grupo de Estudio de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología, que aclara que este problema puede ser genético, pero en la mayoría de los casos está relacionado con un factor externo, por ejemplo una preocupación, un problema emocional o una enfermedad que causa dolor. El insomnio puede convetirse en crónico si no se trata, o porque hay causas que lo perpetúan: «El insomnio lo puede causar el dolor por el fallecimiento de un ser querido, la adversidad, un problema laboral. Esas circunstancias llevan a que se manifieste, incluso de forma aguda. Lo complicado es cuando se cronifica, y a veces es por causas que se desconocen», indica la especialista, que advierte de que el consumo de fármacos puede volverse en contra, cuando el paciente depende de ese medicamento. La doctora aconseja no tomarlos durante más de un mes, y en todo caso, subraya que hay que consultar con el experto.
El siguiente trastorno más frecuente es la apnea, cuyo síntoma más visible es el ronquido. Se trata de una patología común en las personas que padecen somnolencia diurna excesiva. Los pacientes suelen interrumpir, durante al menos diez segundos, la respiración cuando duermen y esto hace que los niveles en sangre bajen y que el cerebro se active para que vuelvan a respirar. La consecuencia de esto es que el sueño se fragmenta y resulta superficial. Por tanto, no se descansa. Los médicos aseguran que esta enfermedad afecta a entre el 2 y el 4% de la población, tanto niños como adultos. Pero hay grupos con más riesgo de sufrir apnea: mujeres que ya han pasado la menopausia y varones adultos con sobrepeso.
«La apnea es un problema importante de salud pública, no solo por que no se duerme adecuadamente, sino también por el hecho de que agrava el riesgo de padecer una enfermedad cerebrovascular», insiste Pujol.
Un ataque de sueño tras la risa
La narcolepsia es una enfermedad con una incidencia mucho menor, pero sus consecuencias pueden ser dramáticas, ya que puede incapacitar al afectado. El problema de esta patología, que empieza a manifestarse en la adolescencia, es que puede confundirse con otros trastornos, como la apnea o la hipersomnolencia. Esto hace que un enfermo pueda esperar hasta 14 años para conocer el diagnóstico. Esta patología, que se produce por la falta de un neurotransmisor, hace que el paciente tenga ataques repentinos de sueño durante el día, unos brotes que surgen tras emociones, como la risa. Los pacientes pueden llegar a verse incapaces de mover un solo músculo, durante unos segundos o minutos, sentir debilidad muscular. Hay casos severos en los que el afectado puede caerse y quedarse completamente paralizado durante unos segundos. «Son personas que de repente necesitan dormir aunque sean diez minutos. Pero ese tiempo le servirá para estar bien las siguientes tres horas, por ejemplo», comenta la doctora Pujol.
Otro trastorno que merma la calidad de vida es la hipersomnolencia, que ocurre cuando el paciente siente que no ha dormido lo suficiente y esto le provoca un cansancio permanente. Se trata de una enfermedad que puede estigmatizar al que la padece. «Es importante conocer el diagnóstico porque a muchos pacientes se les tilda de vagos y perezosos».
También existen enfermedades del sueño relacionadas con trastornos del movimiento, que hace que el paciente se mueva mientras duerme, lo que le impide descansar. Pueden caerse de la cama. Un caso es el síndrome de piernas inquietas.
Respetar el ritmo biológico
¿Cuánto debe dormir una persona para garantizar su descanso? Los médicos no tienen una respuesta a esta pregunta. No existe una recomendación universal, porque cada uno necesita su tiempo de sueño, unos cinco horas, y otros más de ocho. Lo fundamental, según Montserrat Pujol, es respetar el ritmo biológico, que lo marca el cerebro. Ni despertadores, ni horarios impuestos, ni contar ovejas. Nuestra cabeza sabe cuándo desconectar. Solo hay que hacerle caso.