En 1812, durante la Guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz aprobaron la creación de una nueva lotería de billetes, mucho más sencilla que la lotería de apuestas y muy similar a lo que hoy es la Lotería Nacional. De esta forma, hasta el final de la lotería antigua, el 10 de febrero de 1862, convivieron en España dos loterías. Sin embargo, el engorroso sistema de apuestas, que obligaba a tener siempre a mano el manual, fue restando interés a la lotería de apuestas y en sólo tres años la nueva ya la duplicaba en recaudación.
También pesó el desequilibrado en el sistema de premios, que no pagaba en su justa medida la dificultad de la apuesta. Aunque los premios se otorgaban sin tener en cuenta la recaudación, el porcentaje favorable a la casa era del 44,4%, muy alejado del 25% que se reservaba el Estado en la lotería nueva y las proporciones de pago estaban muy alejadas de un justo equilibrio proporcional a su dificultad.
Un extracto simple, por ejemplo, debía pagarse 18 a 1 pero en España se pagaba diez a uno. Otros países con loterías similares como Francia ofrecían quince veces el premio y Nápoles, a medio camino, ofrecía trece veces el premio. En el caso del extracto determinado, Francia pagaba 70 veces, Bruselas 75 y España sólo 50. El ambo, con una probabilidad entre 400, se pagaba a 270 en Francia y otros países. En España sólo a 220. Mientras que el terno, que concedía una posibilidad entre 11.748, se pagaba en Francia a 5.200 veces la apuesta, en Bruselas a 5.300 veces, en Baviera a 5.400 y en España no llegaba a las 4.000 veces.
La razón de esta cicatería era que los premios no dependían de la recaudación y la corona arriesgaba su propio tesoro cada vez que había una inusual concentración de apuestas en torno a unos pocos números y alguno de ellos salía. Había otras opciones, como cerrar los números que tuviesen muchas apuestas, pero la lotería española no contaba con suficiente personal como para hacer este seguimiento.
La lotería de números había despertado toda una literatura de cábalas y supercherías por culpa de los cuales se daban repeticiones de números, sobre todo en los acontecimientos señalados y en las conjunciones astrales poco usuales. Si a día de hoy las fechas señaladas – como fue la victoria en el Mundial de Fútbol o la boda de los Príncipes de Asturias – se juegan con mucha mayor asiduidad, cuanto más no ocurriría en una época donde las supersticiones estaban a la orden del día. Esta tendencia hacía que el sistema de loterías estuviese continuamente expuesto a la bancarrota.
En enero de 1862 aparecieron dos acertantes de un terno – una apuesta de tres números que se pagaba 4.000 a uno – que se llevaron más de un millón de reales cada uno, la sexta parte de la recaudación anual. La sucesión de dos aciertos tan improbables había desatado una euforia lotera que se tradujo en un ascenso de las apuestas y lo que era peor, de las sumas apostadas, llegando a moverse cantidades que se podrían calificar de poco prudentes, habida cuenta de la difícil combinatoria. La lotería del 10 de febrero de 1862 se desarrolló en plena fiebre lotera y se dio el caso de un hombre que se atrevió a apostar 20.000 reales a un terno, apuesta que le daría la suma de 85 millones de reales, si lograba vencer las 117.498 posibilidades que tenía en contra. Probabilidades en mano, la fiebre lotera habría de beneficiar a la administración, pero entonces la superstición y los malos augurios tenían más peso que la lógica de las matemáticas.
La mera posibilidad de que un solo apostante se llevase tal cantidad de dinero, algo así como la recaudación de los diez últimos años, sembró el pánico entre los organizadores y se tomó la polémica decisión de cancelar el sorteo. El 4 de mayo de 1862 se dio la orden oficial del cese de la Primitiva. Se justificó porque algunos desalmados exponían el dinero para alimentar a sus hijos en apuestas de escasa probabilidad – lo que era rigurosamente cierto – pero la verdadera razón recaía en la imperfección del sistema y los muchos riesgos que generaba por culpa de la concentración de combinaciones.