Canarias era antes del estallido de la crisis el destino de las rutas de la inmigración desde África hasta Europa, y de mafias que traficaban con personas y que movían hasta 75 millones de euros por el tránsito ilegal a través de pateras y cayucos.
Entre 2005 y 2008, la emigración irregular de subsaharianos hacia Canarias tuvo una dimensión que desbordaba a autoridades y supuso un problema social porque detrás de cada embarcación se escondían dramas humanos e historias de extorsión y huida hacia adelante. En una década, desde 1994 y 2008, más de 90.000 inmigrantes llegaron a Canarias en patera.
Pero la crisis supuso un punto de inflexión. También, el incremento de controles internacionales y la cooperación con los países emisores, Argelia, Mauritania y Senegal. El resultado es que la ruta de Canarias se ha dado por cerrada y ahora la “presión migratoria” se ha trasladado a las costas italianas y a las vallas de Ceuta y Melilla.
El Gobierno admitió hace un año que el punto más conflictivo ha pasado a ser Melilla, dada la presión migratoria subsahariana que está recibiendo Marruecos.
90.000 inmigrantes en patera alcanzaron Canarias en 14 años
Los datos indican un descenso acusado de la llegada de pateras: si en los años del auge, llegaron a registrarse en un año hasta 9.555 inmigrantes en Canarias (2003), el año pasado, llegaron en cayucos un total de 104. En cambio, según Interior, hay unos 30.000 inmigrantes subsaharianos que esperan saltar a Ceuta y Melilla a través de los pasos fronterizos.
Los últimos datos aportados por Interior indican que la llegada por mar de inmigrantes irregulares se estancó en 2013. La Guardia Civil interceptó el año pasado a poco más de 4.370 inmigrantes que pretendían entrar irregularmente en España por Granada, Málaga, Algeciras, Cádiz, Huelva, Almería, Ceuta, Melilla, Tenerife, Las Palmas, Alicante, Murcia y Baleares. En cambio, en los puntos fronterizos de Ceuta y Melilla aumentaron un 64% los intentos para entrar; la Guardia Civil contabilizó a 1.667 inmigrantes que querían pasar a territorio nacional.
“En España no hay presión migratoria por la crisis y el paro. La gestión que se está haciendo de las fronteras es utilizar una política de emergencia de manera instrumental. La realidad es que las personas que entran a través de Ceuta y Melilla es irrelevante”, sostiene Lorenzo Gabrielli, experto en inmigración de la Universidad Pompeu Fabra.
Gabrielli considera equivocada la estrategia de miedo a la avalancha de inmigrantes en los puestos fronterizos, ya que la acción consiste en aumentar la seguridad y control en estos puntos, pero esta situación no disuade a los grupos de inmigrantes. “No se reduce la inmigración reforzando la valla, porque van a seguir los movimientos. Hay que conocer las causas de los países de origen que llevan a estas personas a desplazarse; los desequilibrios económicos, las guerras…
El efecto bola por el control de las fronteras
En su opinión, “la obsesión por las fronteras” provoca un “efecto bola”, de trasladar el problema del movimiento migratorio de un punto a otro. Pasó en 1999, cuando el aumento de la vigilancia policial en el Estrecho cambió la ruta de las pateras hacia Canarias. Pasó en 2006, cuando las redes cambiaron el Sahara Occidental por Mauritania como punto de salida para el tráfico de personas, a pesar de que los riesgos eran mayores: la distancia desde la costa del Sáhara Occidental a Canarias es de 150 kilómetros, mientras que desde Mauritania es de 1.500, lo que aumentaba el peligro de naufragio. Y pasó en 2008, cuando la presión migratoria se trasladó hasta la costa italiana, con el cambio de ruta desde Libia.
Gabrielli advierte de que endurecer la política migratoria puede elevar el riesgo de tragedia. “Se empuja a los flujos a los sitios más complicados. En 2005, se produjeron saltos a la valla en Ceuta y Melilla y se desplazó el problema hacia Canarias, donde las rutas son de mayor riesgo”. El investigador advierte de que en las últimas dos décadas han muerto unos 15.000 inmigrantes en puestos fronterizos en Europa. El experto dice que las fronteras de Ceuta y Melilla tienen similitudes con la que separa EEUU y México por la obsesión por la seguridad, el discurso de la alarma y la tendencia de desplazar los movimientos migratorios hacia los puntos más complicados.
El investigador considera un sinsentido el discurso del miedo a la avalancha de inmigración en España, donde “los flujos migratorios se detuvieron por la crisis, desde 2007”.