Aunque hoy sea difícil de recordar, hubo un tiempo en el que las cabinas telefónicas fueron útiles. Y sobre todo, rentables. Las empresas luchaban para conseguir su jugosa gestión y mantenimiento.
Actualmente de la telefonía pública lo único que queda del rentable negocio son piezas de arqueología urbana que salpican las ciudades españolas y que, además, son caras de gestionar. En 2017 aún había unas 18.000.
Por segundo año consecutivo, el Gobierno ha tenido actuar para decidir el futuro de las cabinas de teléfono.
Este miércoles se ha publicado la orden por la que se obliga, de nuevo, a Telefónica a continuar prestando el servicio de telefonía pública, ya que lo considera “necesario” al seguir siendo un “Servicio Universal”.
Telefónica ya disolvió la filial que gestionaba cabinas (Telefónica Telecomunicaciones Públicas), un signo inequívoco de que el negocio del teléfono público no entra en los planes de futuro de la empresa de comunicaciones.
Dicha ampliación del servicio será, en principio, sólo hasta que la calificación de servicio universal “sea suprimida o modificada”. Una premisa que ya fue introducida hace un año, pero que aún no se materializa.
Contra dicha orden Telefónica solo tiene la posibilidad de recurso en vía judicial.
Nadie quiere ya las cabinas telefónicas
La gestión de las cabinas y las guías telefónicas fue asignada forzosamente a Telefónica hace ya un año. Nadie quiso entonces presentarse al concurso para su gestión. Lejos de salir rentable, suponía un gran costo.
Sin embargo, las cabinas, aunque cada vez menos utilizadas, no pueden ser abandonadas. La ley de telecomunicaciones las considera “Servicio Universal” y como tal debe ser garantizado por la Administración, aunque la CNMC ya abogase por su eliminación.
Mantener las cabinas no es una tarea sencilla. La gestora que tenga este servicio debe proveer un servicio 2 Mbps con cinco gigas de límite de descarga al precio de 36 euros, proveer de la guía con los teléfonos de los abonados a aquellos que la soliciten – las páginas blancas –, y, lo más caro, mantener en activo y funcionando las cabinas telefónicas, aunque la demanda baje – o desaparezca -.
Renovarse o morir
Mientras que en España las cabinas siguen vivas, otros países ya han dado el paso para darles una segunda vida a estas reliquias de ciudad. En Francia Orange ya tiene el permiso para proceder a su retirada y en New York fueron convertidas en puntos de conexión WiFi público.
En Reino Unido, en cambio, las míticas cabinas rojas están empezando a ser objeto codiciado de venta. Algunas se venden por unos 2.500 euros.
Por su parte las guías blancas y amarillas han migrado a la web, quedando reducido el formato físico tan típico en las casas españolas por la web www.paginasblancas.es, aunque aún puede pedirse que te envíen el formato físico a casa.