Los peores augurios han vuelto a sobrevolar la capital madrileña en una fiesta del fútbol. Más de tres años después de la muerte del aficionado del Deportivo de A Coruña que fue lanzado al río Manzanares, la historia vuelve a repetirse. Esta vez, un aficionado de 22 años del Atlético de Madrid ha recibido tres puñaladas en la puerta del bar Zapatones, frecuentado por ultras del Frente Atlético. Su estado es reservado.
El supuesto autor detenido es Ignacio Racionero, un habitual en este tipo de situaciones. Ya en el 2000 fue investigado por la muerte del seguidor de la Real Sociedad Aitor Zabaleta en 1998, aunque finalmente acabó absuelto y su amigo condenado. También participó en 2005 en una invasión de campo cuando entrenaba el Atlético del Madrid para insultarlos e intentar agredirlos, hecho por el que sí fue condenado.
Aunque no está confirmado que Racionero pertenezca al grupo ultra del Atlético Frente Atleti, varias fuentes afirman que el día de la agresión llevaba una camiseta afín al grupo.
¿Por qué hay tanta violencia en el fútbol? Siempre hay un elemento común: el fenómeno ultra. Movimientos de aficionados radicales con base política extrema pero de cimientos débiles, basados en el apoyo incondicional al equipo y la lucha contra las demás aficiones.
Grupos ultras: violencia e historia
En España hay alrededor de una treintena de grupos ultras. Algunos superan los 1000 seguidores y otros cuentan con más de 50 años de historia.
Sólo en Madrid hay cuatro grupos ultras, tres de extrema derecha y uno antifascista.
Jimmy, el aficionado fallecido en 2014, pertenecía a uno de estos grupos, los Riazor Blues, el grupo ultra del Deportivo de La Coruña, de corte antifascista. Por dicho altercado han sido señalados 5 sospechosos, todos pertenecientes al Frente Atlético, el grupo hincha del Atlético del Madrid y de contraria ideología a los Riazor Blues.
Todos estos grupos tienen un marcado historial de violencia y disturbios a sus espaldas, sobre todo presente cuando existe un encuentro futbolero de importancia. Algunos tienen vetados la entrada a los respectivos estadios o han sido reubicados a zonas menos visibles por sus violentos altercados y sus radicales cantos, como el caso de los Ultras Sur del Real Madrid o los Boixos Nois del F. C. Barcelona. Pero otros gozan de situaciones de influencia dentro de los clubes deportivos e incluso disfrutan de gradas reservadas, desde donde animan.
Su modus operandi es claro. Cualquiera que juegue contra el equipo a defender es enemigo, especialmente si el encuentro es de suma importancia, existe otro grupo ultra rival y encima es contrario política. En esta guerra entran ideologías tan inflamables como neonazis y antifascistas o ultraderechistas con antirracistas. Todo con el fútbol como nexo común, motivo de ser y existir.
Batallas campales en los aledaños de los estadios
Con este caldo de cultivo, las batallas campales entre ultras y aficionados no son extrañas.
En 2016 una pelea entre los biris sevillistas y los hinchas de la Junventus en un bar del centro de Sevilla se saldó con tres heridos, uno de ellos graves por herida de arma blanca.
En Madrid, en la semifinal de Champions en mayo de 2017, un grupo de ultras del Atlético la emprendió a botellazos con un autobús de la afición madridista. El suceso se saldó con 20 heridos entre policía e hinchas que necesitaron asistencia.
El mismo día, un aficionado con la camiseta de Cristiano Ronaldo fue agredido con bengalas y botellazos. Unidades de policía tuvieron que proteger al aficionado mientras que un numeroso grupo de radicales la emprendían a golpe de botella de vidrio.
Impactantes imágenes, todo por llevar una camiseta de otro equipo. Espero que le sirva a la @policia (cc. @Radioestadio) #NoALaViolencia pic.twitter.com/IqadJJifjm
— David Camps (@ElSextoHombreOC) 10 de mayo de 2017
La violencia en los aledaños también se ha dado en otras ciudades. El pasado octubre Barcelona también sufrió una batalla campal de sillas que tuvo lugar en el centro de la ciudad el día de la Hispanidad. En dicho escenario fueron identificados ultras de los yomus del Valencia, los Ultra sur del Real Madrid y los Hooligans Vallès del Centre d»Esports Sabadell, todos de corte ultraderechista. También fueron identificados simpatizantes del grupo de ideología de extrema derecha Hogar Social, acusados el pasado agosto de atacar la mezquita de la M-30 de Madrid.
Las agresiones no se dan sólo entre aficionados radicales. Aunque menos frecuentes, también se han dado denuncias contra aficionados no ultras por llevar camisetas del equipo contrario.
En 2014 una pareja de seguidores del Valencia denunciaron una agresión gratuita por parte de miembros del grupo Biris Norte cuando caminaban por Sevilla. Los aficionados agredieron al chico, que acabó con lesiones en espalda, y a la chica – embarazada – con un puñetazo en el ojo.
Una lacra para el deporte base
Ante la situación, una legislación más restrictiva y un mayor control por parte de los clubes es necesaria tanto para el futbol profesional y en el futbol base, donde los altercados también son frecuentes.
Ya en 2007 el Gobierno socialista promulgó la Ley de Prevención de Violencia en el Deporte, con multas de más de 600.000 para «actos o conductas violentas o que incitan a la violencia en el deporte» o «la entonación de cánticos que inciten a la violencia, al terrorismo o a la agresión en los recintos deportivos».
Sin embargo, la identificación de los sujetos implicados es difícil y los actos violentos no han parado de sucederse a pesar de la promulgación de la nueva ley.
El parlamento canario ha sido el último en exigir una mejor regulación para prevenir la violencia en el deporte, especialmente en los niveles base, donde participan familias y menores. El grupo socialista pidió una mejor regulación regional para evitar este tipo de situaciones, que calificaron de «auténtica lacra» y un “problema de todos”.