De un boom mediático abrumador, con presencia diaria en entrevistas y tertulias, a un discreto segundo plano. Hace semanas que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, no frecuenta los espacios de los que antes era un habitual. Tampoco ha pasado inadvertido que desde hace semanas haya delegado la representación del partido, que hasta entonces ostentaba prácticamente en exclusiva, en personas de su máxima confianza, como Juan Carlos Monedero, su número dos, Íñigo Errejón, jefe de campaña durante las europeas, o Carolina Bescansa, también fundadora de Podemos.
La ausencia obedece a cuestiones lógicas por su estancia en Bruselas-en junio tomó posesión de su cargo como diputado- pero también a otras estratégicas, una “retirada táctica” para evitar el desgaste, no sólo de su imagen de cara al exterior, sino también entre sus propias bases.
Desde los círculos se ha criticado en más de una ocasión el excesivo protagonismo adquirido por Iglesias y su entorno más cercano, e incluso el progresivo distanciamiento entre esta “dirección central” y las distintas agrupaciones. En los últimos tiempos, el debate interno ha ido ganando en intensidad y es sabido que existen puntos que encienden las bases, como el borrador de organización elaborado por el grupo de trabajo que pilota la gran asamblea ciudadana, que se celebrará los días 18 y 19 de octubre.
Este documento marca una estructura vertical, reproduciendo prácticamente el “aparato” existente en otros partidos, criticados por Podemos: un portavoz, que asume funciones de secretario general y un núcleo duro formado por un máximo de 15 personas. Al mismo tiempo, se vacía de poder de decisión a los círculos, que ven impedidas sus posibilidades de convertirse en “agrupaciones” de partido, para ser meros espacios de discusión ciudadana y se limita su constitución a uno por ámbito territorial y sector.
En las bases han crecido las críticas al entender que la formación se dirige a la burocratización, en detrimento del movimiento asambleario, e intenta blindarse ante sus propios círculos, a los que el entorno de Iglesias ha empezado a mirar con desconfianza.
Él mismo llegó a advertir del “peligro” de que éstos fuesen “secuestrados” por personas “que poco tienen que ver” con los valores de la formación, únicamente con fines electoralistas de cara a las municipales, y valiéndose de un sistema de elección por primarias abiertas con candidatos avalados por los círculos que, a su juicio,“podría implicar un sistema de garantía insuficiente”, sobre todo en los municipios más pequeños.
La crisis en las relaciones entre los fundadores y las bases empezó a escenificarse en junio, cuando en una dura asamblea convocada en Madrid y que reunió a los estrechos colaboradores de Iglesias y a dos representantes por cada una de las asambleas madrileñas, se manifestaron abiertamente los desacuerdos en los tiempos y modos en que se celebraría la asamblea de otoño, a propuestas de la “central”: los círculos tenían apenas quince días para presentar propuestas alternativas y las listas de votación serían cerradas, con 25 nombres.
Las bases se rebelaron entonces contra lo que consideraban ya un tijeretazo a la democracia interna, pero las airadas discrepancias fueron interpretadas en público por el entorno de Iglesias como un “debate interno natural” y propio de una “organización democrática”. Pese al malestar de los círculos, la propuesta se mantuvo tal cual.
varios círculos han percibido la “retirada estratégica” de Iglesias como una forma de evitar que ese desapego se personalice de manera excesiva en su figura. El año que viene se celebran elecciones generales, y la formación se enfrenta aún al reto de armar su estructura, de diseñar su programa y de echar a andar con el mayor consenso posible. Y presentar un músculo electoral fuerte pasa también por recuperar la unidad interna y de nuevo la confianza en el eurodiputado, que tendría así mejores opciones para liderar esta lista.
Pero también, una forma de responder a quienes le criticaban el excesivo personalismo del partido en su figura. “Pablo Iglesias no es indispensable para que exista Podemos”, admitía esta misma semana en una entrevista en la cadena SER, desde Bruselas. En esa entrevista supeditó también su liderazgo a las bases. “Yo estaré donde los compañeros digan que debo estar”, dijo al ser preguntado por sus aspiraciones a la dirección del partido. Entre las bases, en cambio, aunque discutida, esa aspiración se da prácticamente por segura.