El papa Francisco instó a los católicos, a preguntarse si son traidores como Judas o si aman a Dios como José, en la misa del Domingo de Ramos, jornada con la que inauguró hoy los ritos de la Semana Santa en Roma.
«¿Quién soy yo?, ¿soy como Judas, el traidor?, ¿cómo los soldados que se burlaban de Cristo?, ¿como Pilatos que se lavó las manos y eludió sus responsabilidades?, ¿o soy como la Virgen María, que sufría el calvario de Jesús en silencio?, ¿como José que portó con amor el cuerpo de Jesús hasta la sepultura?», les preguntó.
Revestido con ornamentos rojos el pontífice salió de la basílica vaticana y recorrió, en su papamóvil, el camino que lleva hasta el centro de la plaza, donde se encuentra el monumental obelisco de Sixto V, 25 metros de alto.
Lo hizo, al son de cánticos de «Hossanna», igual que lo hicieran los habitantes de Jerusalén al recibir a Jesús, y portando un báculo pastoral de madera de olivo, con una cruz en la parte superior, un regalo que le hicieron los presos de la cárcel de San Remo (Italia).
Miles de flores, palmas y ramas de olivos, traídos especialmente de la región de Apulia (sureste de italia), adornaron la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Prosiguió la lectura del evangelio de Lucas, que narra la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en la Ciudad Santa, y la posterior procesión de sacerdotes y cardenales, hacia el altar mayor.
El papa Bergoglio cerró esta procesión portando en sus manos, una palma, de dos metros de altura, trenzada con tres ramas que simbolizan la Santísima Trinidad, y que fue donada por la ciudad de San Remo (noreste de Italia).
La misa continuó con la lectura del libro de Isaías, y posteriormente, con la lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipo.
Después de la lectura de la Pasión de Jesús según San Mateo, el pontífice argentino instó a los fieles, visiblemente emocionados, a preguntarse si son como las personas que se burlaron de Jesús en la Cruz, o como el discípulo José y la Virgen María, que no dejaron de amar a Jesús en ningún momento.
«Que estas preguntas os acompañen durante toda la Semana Santa, preguntaros dónde está vuestro corazón y a cuál de esas personas os parecéis», afirmó.
Dos horas de catequesis para iniciar la Semana Santa, la celebración cristiana que recuerda la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
LA AGENDA DEL PAPA PARA LA SEMANA SANTA
El papa Francisco ha inaugurado los ritos de la Semana Santa en Roma con la procesión de las Palmas y la posterior misa del Domingo de Ramos, jornada en la que la Iglesia conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Lo ha hecho entre ramas de olivos y palmas, que portarán los miles de fieles que se acerquen a escuchar la homilía en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Es el inicio de la fiesta cristiana que, a lo largo de la próxima semana y con diversos actos litúrgicos, celebrará la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret.
El papa Francisco celebrará el próximo jueves 17 de abril, Jueves Santo, una misa Crismal en la Basílica de San Pedro del Vaticano y, posteriormente, presidirá la homilía de la Santa Cena del Señor, en la que lavará los pies de doce internos del Centro Santa María de la Providencia, dedicado a la atención de ancianos y discapacitados.
El Viernes Santo, el pontífice oficiará la celebración de la Pasión del Señor en la Capilla Papal de la Basílica de San Pedro y dirigirá la tradicional procesión del Vía Crucis en el Coliseo de Roma.
Bergoglio presidirá, el 19 de abril, la Vigilia pascual previa al Domingo de Resurrección en la Basílica de San Pedro.
Y por último, el 20 de abril, el día de Pascua, Francisco ofrecerá una misa en la Capilla Papal de San Pedro del Vaticano, para rememorar la resurrección de Jesús al tercer día después de haber sido crucificado, y repartirá la tradicional bendición «Urbi et Orbe» desde el balcón central de la Basílica vaticana.
ALABA A JUAN PABLO II POR SER EL IMPULSOR DE LA JMJ
«El papa Juan Pablo II, que fue el impulsor de estas jornadas mundiales de la juventud, se convertirá en su gran patrón, y continuará siendo para todos los jóvenes del mundo, un padre y un amigo», recordó el papa, en el Ángelus.
Lo hizo, al término de la homilía que ofreció en este Domingo de Ramos, jornada en la que la Iglesia conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y que inaugura los ritos litúrgicos de la Semana Santa.
Tras sus palabras, se produjo la entrega de la inmensa Cruz de los Jóvenes, por parte de grupo proveniente de Río de Janeiro a otro grupo de jóvenes polacos.
Un acto que sirvió de símbolo de transición entre las Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebraron en Brasil en 2013 y la preparación de las XXIX JMJ de 2016 en Cracovia (Polonia), bajo el lema «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos», y a las que se espera que asista Francisco.
«Roguemos al Señor para que la Cruz siga siendo un signo de esperanza para todos, revelando al mundo el amor invencible de Cristo», afirmó el pontífice argentino.
Francisco también se acordó de los jóvenes católicos de Corea del Sur, con los que se reunirá del 15 al 18 de agosto, y a los que animará, dijo, «a seguir siempre el ejemplo de Jesús».
Al término de su alocución, el obispo de Roma se despojó de sus ropajes rojos y descendió del altar mayor para saludar y conversar con los cardenales, provenientes de Cracovia, que se encontraban en la Plaza de San Pedro.
Como cada domingo, Francisco se subió al papamóvil para recorrer la plaza vaticana pero, antes de comenzar el paseo, descendió de nuevo para atender a los miles de jóvenes brasileños que coreaban su nombre.
El pontífice se acercó a ellos, les saludó y les agradeció la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud, justo después de posar con ellos en distintas fotos que los fieles tomaron con sus móviles.
Después, se dirigió hacia la zona en la que se encontraban los jóvenes polacos, que serán protagonistas de las próximas jornadas, a los que saludó y con los que conversó durante unos minutos.
Por último y según lo establecido en el programa, el papa Francisco saludó y bendijo a todos los católicos que gritaban emocionados y levantaban sus manos hacia el pontífice en la Ciudad del Vaticano.