Aficionado a la música tecno, seguidor de David Guetta y runner. Andreas Lubitz era un joven alemán de 28 años aparentemente normal hasta que acabó con la vida de 149 personas, incluyendo la suya propia estrellando el Airbus 320 en una zona escarpada de los Alpes franceses.
¿Qué se le pasó por la cabeza del joven Lubitz para hacer semejante atrocidad? El mundo entero quedaba atónico tras conocer la noticia: El copiloto estrelló el avión.
El psicólogo Bernabé Tierno arroja un poco de luz sobre Andres Lubitz. “No solo se quería suicidar porque para eso se hubiese tirado por un puente, ha querido estrellar un avión que vale muchísimos dinero y ha matado a 149 personas y ha dejado 150 familias destrozadas. Es un homicida”, aclara.
No es la primera vez, pero por suerte, estos casos son excepciones y esto es lo que ha sido el caso de Lubitz: una excepción. “Un chico joven, ¿feliz?, ¿enfadado con la empresa? No lo sabemos pero lo realmente importante es la magnitud de la catástrofe que ha creado”.
“Pudo haber sido un brote psicótico”, asegura pero lo que sí está claro es que es se ha tratado de una excepción.
Más controles
Tierno apunta a la importancia de la salud mental de las personas que tienen a su cargo vidas de personas. “Se controla, pero a mi juicio, no lo suficiente”. Este experto considera que deberían ser más exigentes con aquellas personas que tienen bajo su responsabilidad una máquina como un avión. “Deben ser personas muy cuadradas, sensatas y formadas como seres humanos, con unos valores profesionales que sean los mejores”, reconoce.
“Puede que planeara para buscar el lugar más escarpado”
Tierno no se atreve a afirmar que lo tuviese planificado o se le ocurriera en el momento, pueden ser cualquiera de las dos. “El haber hecho que el avión cayera en ese sitio… quizá fue la primera oportunidad que tuvo de quedarse solo en la cabina y sabe cómo estrellar el avión y sabe que el momento es cuando se quede solo”.
El especialista cree que pudo planear el avión para que no notaran nada los pasajeros o podía estar buscando la zona más abrupta y terrorífica para estrellarlo.
Lo que sí tiene claro el psicólogo es que se trata de una persona con poco control emocional. “Las emociones lo son todo. Un jefe que se pasa el día gritando acabará enfermando”.
Quizá Lubitz nunca antes había manifestado su tendencia a acabar con todo aunque seguramente “haya manifestado su tendencia a acabar con todo previamente con conductas como tirar el cuchillo al suelo o romper un cristal… Son personas con poco control emocional y las emociones lo son todo”.
“La respuesta al hecho de que no hablara cuando la torre de control intentaba contactar con él o que no respondiera al piloto se puede deber a que no quería que se averiguara la causa del siniestro”, reconoce Tierno y reitera que Andres Lubitz era una persona sin empatía, que iba a hacer daño.