Ha vuelto a ocurrir. La realidad habla y dice que el odio sigue estando presente. Los hechos, nuevamente, contradicen a aquellos que intentan presentarnos un supuesto final de ETA y de sus afines, vestido del impoluto color blanco con el que nos lo pintan. Los que llevamos tiempo poniendo el acento en la falta de un desarme efectivo por parte de los terroristas, del nulo arrepentimiento de la mayoría de aquéllos, de las deudas aún pendientes que por responsabilidad civil mantienen con las familias de las víctimas que asesinaron o de los numerosos actos criminales pendientes de juzgarse, las nuevas agresiones a unos guardia civiles, no nos cogen por sorpresa, porque aún hay demasiado odio latente…
En Alsasua viven con miedo
Ahora bien, el hecho de que a una parte de la sociedad no nos sorprenda este cobarde ataque, que se produjo el pasado sábado en Alsasua (Navarra) por un grupo de personas que golpearon con saña a dos guardias civiles fuera de servicio y a sus parejas, no quiere decir que debamos silenciar estos repugnantes hechos. Todo lo contrario.
Los presuntos agresores ya han pasado a disposición judicial, toca pues a la justicia resolver sobre la posible tipificación penal de aquellos hechos y dictar la correspondiente sentencia. Por respeto al trabajo judicial, debemos esperar a que los jueces se pronuncien sobre los hechos y las pruebas que se ventilen en este procedimiento. Pero, mientras la justicia hace su trabajo, también conviene advertir sobre algunas cuestiones que pueden estar relacionadas con esta agresión a miembros de la Guardia Civil.
La investigación policial apunta a que los hechos ocurrieron en la madrugada del pasado sábado en un bar de Alsasua cuando, por causas sin concretar, un grupo de personas comenzó una pelea con dos guardias civiles fuera de servicio y sus parejas. Según la novia de uno de los agentes y víctima del ataque, la trifulca comenzó porque les «tiraron un chupito» y, «para evitar problemas», intentaron abandonar el local. «Fue entonces cuando comenzaron a increparnos, darnos patadas y puñetazos«, y «con el teniente se cebaron de una manera muy importante», pero «nadie nos defendió» porque «en Alsasua viven con miedo».
Se da la circunstancia de que el teniente de la Guardia Civil agredido, participó en las labores de rescate de expresos de ETA que solicitaron en marzo la ayuda de la Benemérita cuando quedaron atrapados por una nevada. Paradojas del destino, aunque no tanto, si pensamos que por el lado de este noble y sacrificado cuerpo, nunca ha estado presente causar el mal, antes al contrario, siempre han estado al servicio de todos los ciudadanos y en interés de España.
Por su parte, la Unión de Guardias Civiles, ha afirmado que «las personas que presuntamente agredieron a los agentes, podrían estar vinculadas al movimiento denominado Ospa Eguna (día de la huida), de la izquierda radical »abertzale», que reclama la expulsión de las fuerzas de seguridad estatales de País Vasco y Navarra, una vieja reclamación de ETA». Según la propia Guardia Civil, fueron en torno a 50 las personas que participaron en la supuesta paliza a los agentes.
Los que estamos en contra de cualquier manifestación de la violencia, no podríamos alegrarnos ni aplaudir el hecho de que esa trifulca fuera a consecuencia de una simple pelea de bar entre las muchas que se producen, por desgracia, durante las noches de los fines de semana, con los excesos de alcohol, siempre presente en ellas. Pero, al menos, significaría alejarnos de esos fantasmas que no acaban de desaparecer, porque nunca se fueron, porque nunca han querido desaparecer del todo…
Si los hechos ocurridos responden a una multitudinaria pelea de bar, donde más de 50 personas agredieron brutalmente a dos guardias civiles fuera de servicio y a sus parejas, esos hechos son repugnantes y hay que esperar a que la justicia sentencie con las correspondientes penas por los presuntos delitos de atentado contra agentes de la autoridad y por delitos de lesiones.
Pero, si como ha afirmado la Unión de Guardias Civiles, quedara probado que esta brutal paliza se hubiera producido por un grupo de personas que, presuntamente, podrían estar vinculadas a un movimiento de la izquierda radical »abertzale», y si se probara que esos hechos responden a una acción organizada, además de repugnar por la propia violencia de las agresiones, estarían enmarcados bajo otro tipo de actividad delictiva, más próxima a actos terroristas que a una pelea de bar entre una panda de borrachos bravucones.
Hasta que la justicia se pronuncie, desde aquí, también digo, alto y claro, que los actos de violencia no se justifican en ningún caso, vengan a consecuencia de exceso de alcohol ni, mucho menos, a consecuencia del matonismo de unos presuntos terroristas que no quieren enterrar el hacha que tanta sangre ya ha derramado, porque necesitan seguir alimentándose de su odio y de su cobardía.
Con todo mi apoyo y respeto para los guardias civiles y sus parejas agredidos.