Mucho se habló cuando estalló la crisis hace ya seis años de la excesiva dependencia que la economía española, y por ende el mercado de trabajo, habían adquirido del sector de la construcción y de la necesidad de aprender la lección y caminar hacia un cambio de modelo basado en actividades ligadas a la innovación, la tecnología y el conocimiento.
Sin embargo, la atención en estos últimos años parece que ha estado más en evitar el desastre económico que se vivía y el rescate financiero del país, que en articular una nueva estrategia-país que sentase las bases del futuro desarrollo económico español. Las situaciones de urgencia en el corto plazo no son buenas para establecer políticas de largo plazo que transformen la economía de un país y con ella el empleo y en cierta forma la sociedad en su conjunto.
Además, las fuertes restricciones presupuestarias obligadas para cumplir con las exigencias europeas de reducción del déficit público no han hecho posible invertir en actividades como la educación y la I+D, intrínsecamente ligadas a esa necesaria transformación del modelo productivo.
El protagonismo del turismo
Así, casi las únicas noticias económicas positivas que nos han llegado durante años procedían del sector turístico. Beneficiado por las crisis sociales y políticas que han vivido otros destinos competidores de nuestro país, y por la estabilización de los precios, España ha batido todos sus registros en cuanto a la llegada de visitantes extranjeros a nuestro país. De hecho, este sector está siendo uno de los motores en el incipiente cambio de tendencia a cuanto a generación de empleo en nuestro país.
Pero algunos expertos señalan que de esta forma el país se convierte en un gran balneario o parque temático en Europa. Y advierten de un nada alentador futuro en el que España sea fundamentalmente un patio de recreo y de retiro para otros países más ricos, basándose tan sólo en el potencial del turismo, el ocio y la hostelería.
La cruz de la moneda pensando en el futuro del país es que se trata de un sector muy estacional, que crea empleo temporal y no cualificado. Pero tampoco hay que olvidar que esta situación tiene una cara. En algunas regiones como las islas, las zonas costeras y algunas ciudades turísticas es casi la única alternativa laboral para los millones de extrabajadores de la construcción, sin un gran nivel de estudios la mayoría de ellos, que se han visto abocados al desempleo. Y para los jóvenes sin mucha o ninguna experiencia laboral, que dejaron el sistema educativo en la época de bonanza y que ahora comprueban que no tienen sitio en el mercado de trabajo, en una época de contracción. El índice de abandono escolar temprano es escandaloso en España para un país desarrollado y muy superior a la media de los países europeos.
En España el sector servicios emplea a la gran mayoría de los trabajadores, a tres cuartas partes exactamente. Un peso algo superior a la media de los países europeos, pero que no tiene por qué ser negativo en sí mismo. De hecho, este desarrollo del sector terciario es propio de las economías más desarrolladas y países ricos como Luxemburgo, Reino Unido, Suecia o Dinamarca tienen aún mayor porcentaje de su población empleada en los servicios.
La economía del conocimiento
El debate no es servicios sí o servicios no, sino qué tipo de servicios y la recuperación de un mayor protagonismo también para la industria más avanzada. En una sociedad de la información marcada por el desarrollo tecnológico, en la que el crecimiento de las economías y del empleo van a estar sustancialmente ligados a las actividades basadas más en el conocimiento, maquinaria y tecnología que en la mano de obra intensiva, se hace imprescindible impulsar aquellos campos más innovadores y de valor añadido en dada sector. Hay que apoyar los servicios que van más allá del turismo, el ocio y la hostelería, como los servicios tecnológicos, financieros, empresariales, de formación, sanitarios y sociales, de transporte, editoriales, etcétera.
Y la mayor parte de ellos requieren un capital humano de cualificación alta, por lo que una vez más se hace imprescindible conectar el sistema educativo con las necesidades del tejido productivo y frenar el alto nivel de fracaso escolar de nuestro país, especialmente en algunas regiones como Andalucía. Además, son necesarias políticas públicas que beneficien el crecimiento de estas actividades frente a las tradicionales y el mundo empresarial también tiene su cuota de responsabilidad en la apuesta por esta dirección.
En cuanto al sector industrial, su peso en nuestra economía se ha visto reducido durante la crisis. Al igual que en los dos últimos años en la Unión Europea, cuya industria ha perdido peso en el concierto internacional en favor de las economías emergentes. La UE considera crítica la recuperación de la industria para generar empleo y para competir en el concierto mundial con las economías emergentes y ha llamado a los gobiernos de los Estados miembros a adoptar políticas que reindustrialicen el Viejo Continente.