Desde la entrada en vigor de la última y contestada por muchos reforma laboral, en nuestro país se ha reducido el número de desempleados, aunque sigue presentando unos números elevadísimos. Pero también hay menos empleo. Eso sí, es palpable sin lugar a dudas el cambio en la inercia de nuestro mercado de trabajo.
Según la ministra del ramo, Fátima Báñez, la reforma de su Gobierno ha evitado la destrucción de un mayor número de parados. En su primer año de vida estimó públicamente que se habían salvado 225.000 puestos de trabajo. Pero la verdad es que nunca se sabrá la influencia de la reforma en la recuperación del empleo iniciada hace aproximadamente un año en nuestro país.
Según el color del cristal con que se mire
Hay opiniones muy encontradas sobre este espinoso asunto entre políticos, sindicalistas, empresarios, economistas y expertos en el mercado de trabajo. Para algunos ha ido demasiado lejos, dejando sin protección a los trabajadores y propiciando la llamada precarización del empleo. El líder de la oposición, Pedro Sánchez, ha reiterado que si llega al Gobierno derogará la última reforma laboral.
Por el contrario, para los empleadores era más que necesaria y es necesario profundizar aún en la flexibilización de nuestro marco de relaciones laborales. Directores de recursos humanos de empresas como Microsoft España, FCC o Mutua Madrileña creen que se queda todavía muy corta.
El presidente ejecutivo de Randstad España y Latinoamérica, Rodrigo Martín, considera que “ha ayudado más que restado, pero podría hacerlo aún más. Hay que desarrollar una mejor normativa porque los tribunales muchas veces están tumbándola”. Además, cree que hay que mejorar la colaboración público-privada en materia de intermediación laboral, porque aunque se ha intentado impulsarla, se ha hecho de forma ineficaz, señala Martín.
Jonas Prising, CEO mundial ManpowerGroup, cree que las medidas tomadas en materia laboral en España son las adecuadas para conseguir un mercado laboral más flexible y empresas más competitivas. Pero no han tenido un efecto inmediato sobre el desempleo porque se tomaron tarde. Este tipo de reformas hay que hacerlas, sostiene, antes de que lleguen las crisis, para estar preparados y afrontarlas con la mayor consistencia, de forma que durante las recesiones se destruya el menor empleo posible. En el caso de España no fue así y llegó tarde, y por eso sus efectos han tardado en producirse, pero se muestra convencido de que se comprobarán a medida que la situación vaya mejorando.
En lo que sí coinciden los expertos en que España necesita crecer bastante menos en términos de Producto Interior Bruto (PIB) para crear empleo neto de lo que históricamente se precisaba. Antes en nuestro país debían alcanzarse crecimientos del 2% aproximadamente para generar nuevos puestos de trabajo, mientras que el pasado año se consiguió creciendo al 1% o por debajo. Algo inimaginable hace sólo unos años, que atribuyen a la mayor flexibilidad que ofrece a las empresas la reforma laboral.
Por su parte, organismos internacionales como la OCDE han pedido a España que dé una vuelta de tuerca más en la desregulación del mercado de trabajo, mientras que la Unión Europea alaba las reformas emprendidas hasta ahora y aconseja seguir profundizando en ellas…
El balance de los datos
En cualquier caso, no puede demostrarse empíricamente es si ha contribuido a frenar la sangría de destrucción de puestos de trabajo que atravesaba nuestro país hace tres años o si por el contrario contribuyó a la pérdida de más ocupación al facilitar los despidos colectivos y reducir el coste de las indemnizaciones.
Seguramente han convivido ambas situaciones. Por un lado, las mayores posibilidades de las empresas para adaptarse al ciclo económico depresivo han contribuido con plena seguridad a impedir un mayor número de despidos, a través de los descuelgues de convenios, fundamentalmente para reducir los salarios; los ERE temporales o la movilidad funcional de los empleados.
Por otro lado, las facilidades para sacar adelante planes de reestructuración de plantillas no pactados por la vía de la bajada de ingresos sostenida o la entrada en pérdidas de las compañías supuso en una primera fase que duró casi dos años que continuase la destrucción de empleos en plena segunda recesión económica en nuestro país y en casi toda Europa.
Es difícil saber a ciencia cierta si la creación de empleo neto a la que hemos asistido el último año, con menor crecimiento económico del que tradicionalmente era necesario en nuestro país, es consecuencia de esta reforma como defienden muchos economistas y expertos en materia laboral. O si, simplemente, responde sin más a la recuperación general de la economía y el cambio de ciclo en nuestro país.
Lo único que nos queda para intentar hacer un análisis riguroso sobre los efectos de la reforma son los datos. La primera forma de hacerlo es comparando simplemente los números en bruto de nuestro mercado laboral, sin contextualizarlos.
Paro registrado
En enero de 2012, el último mes antes de que entrase en vigor la última reforma laboral, en febrero de ese mismo año, en los servicios públicos de empleo, el antiguo INEM, había un total de 4.599.829 parados registrados. El último dato de desempleo conocido, el del pasado mes de marzo, arrojaba un saldo de 4.451.939 desempleados. Es decir, el balance provisional del empleo desde la aplicación de la polémica reforma arrojaría un saldo positivo de 147.890 parados menos en 38 meses, algo más de 3 años. Si se tiene en cuenta el dato de febrero de 2012, el mismo mes en el que entró en vigor la reforma, el balance positivo sería aún mayor, de 260.159 desempleados menos.
También puede calcularse el resultado comparando los datos de iguales meses para evitar las distorsiones de la estacionalidad de nuestro mercado laboral, la comparativa también resulta positiva. En enero de este año, el número de inscritos en el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) fue de 4.525.691 desempleados. O lo que es lo mismo, un balance favorable de 74.138 parados registrados menos en esos 3 años desde la entrada en vigor del nuevo marco laboral en nuestro país. Entre febrero de 2012 y febrero de 2015, el número de parados registrados se ha reducido en prácticamente 200.000. En concreto, en 199.945.
Encuesta de Población Activa
Un balance ya positivo tanto en paro registrado como desocupados en términos de la EPA, pero que ha costado tiempo alcanzar: durante muchos meses tras la aprobación de la reforma laboral impulsada en solitario por el actual Ejecutivo, siguieron aumentando las listas del paro.
De hecho, hasta hace bien poco el saldo seguía siendo negativo si se utilizaban los datos de la EPA, la otra forma de medir la evolución de nuestro mercado de trabajo. En el primer trimestre de 2012, en el que entró en vigor la reforma, el número de desocupados era de 5.667.900. Mientras que en la última EPA publicada, la del primer trimestre de este año, fueron 5.444.600. Es decir, exactamente tres años después, la diferencia es de 223.300 parados menos.
En ese tiempo, la tasa de paro también se ha recortado ligeramente: del 24,19% del primer trimestre de 2012 al 23,78% actual.
No sucede sin embargo lo mismo con el empleo. En la EPA del primer trimestre de 2012 el número de ocupados era de 17.765.100. Tres años más tarde, en el primer trimestre de este año, el último dato disponible, el número de ocupados se quedaba aún en 17.454.800. Es decir, 310.000 ocupados menos.
Trabajadores en la Seguridad Social
Lo mismo ocurre con los datos de afiliación a la Seguridad Social. En el mes de enero de 2012, el último completo antes de la aplicación de la reforma, el número de trabajadores de alta en la Seguridad Social fue de 16.958.267. Tres años más tarde, ese número es menor, exactamente de 16.832.801. Es decir, un saldo negativo de 125.466 trabajadores menos afiliados, número que no tiene en cuenta ni entonces ni ahora el empleo que se mueve en la economía sumergida, que tiene un importante peso en nuestro país según los estudios en la materia.
Si elegimos el dato de febrero de 2012 para comparar, el del mismo mes en el que se aprobó la reforma, el balance también es negativo aunque bastante menor, de 64.311 cotizantes menos en el sistema de la Seguridad Social.
Y si volvemos a hacer la comparativa entre iguales meses de 2012 y 2015 para evitar los efectos del calendario sobre el mercado de trabajo, los saldos siguen siendo negativos. Entre enero de hace tres años y el del presente ejercicio el número de afiliados ha descendido en 382.955. Y entre febrero de 2012 y febrero de 2015 los trabajadores de alta en la Seguridad Social seguían siendo 224.890 menos.
Un resultado que tiene su lógica. Según los expertos, la reforma laboral no es una herramienta para impulsar de forma directa la creación de empleo, si no para dar alternativa a las empresas frente a los despidos. Y sus efectos tardan, por tanto, en producirse.
Cambio de tendencia
En este baile de números que pueden ser interpretados a la mejor conveniencia de quien los utilice en cada caso, hay algunas cosas sin embargo que parecen claras. En los primeros tiempos tras la reforma, se siguió destruyendo empleo en nuestro país, inmerso por aquel entonces todavía en una de las peores recesiones que se recuerdan. Como argumentan algunos, quizá algunas empresas encontraron una oportunidad para acometer reajustes de sus plantillas con mayor facilidad, engordadas seguramente en exceso en muchos casos en los años de vino y rosas previos a la crisis.
Después de tocar techo, en nuestro país se está reduciendo el número de desempleados desde hace aproximadamente dos años, cuando se superaron unos 5 millones de parados registrados en el SEPE y los 6 millones de desocupados en términos EPA.
Y desde hace algo menos también se está generando empleo neto. Desde hace más o menos un año, tanto en número de afiliados a la Seguridad Social como en el de ocupados según la Encuesta de Población Activa.
Los detractores de la reforma aseguran que se ha ido demasiado lejos y que se han recortado derechos laborales conquistados durante décadas de crecimiento económico y democracia en nuestro país. Y señalan que si una de las consecuencias debía ser el aumento de la contratación indefinida al reducirse el coste del despido, está lejos de lograrse el objetivo porque la inmensa mayoría del empleo que se está generando sigue siendo eventual.
Pero lo cierto, una vez más con los números sobre la mesa, es que la inercia del mercado de trabajo ha cambiado por completo. Mientras que en los tiempos de la reforma laboral en España se destruía empleo a un ritmo anual por encima del -2%, y ahora crece ya a un ritmo del 3% anual y la tendencia es al alza mes a mes (desde finales del pasado año ha ido en aumento desde el 2% al 2,5% y a principios de 2015 se ha elevado hasta el citado 3%).
Efectos sobre la temporalidad y la contratación indefinida
Y lo mismo puede decirse sobre la estabilidad del empleo que se crea. Aunque cada mes los datos del SEPE señalen que alrededor del 90% de los nuevos contratos que se firman son temporales, nadie tiene en cuenta que es normal que el número de contrataciones eventuales sea considerablemente mayor. Los contratos fijos se firman solamente una vez, mientras que los temporales se encadenan muchas veces en multitud de ocasiones. Por tanto, no es lo mismo número de contratos que número de empleos o trabajadores temporales.
La tasa de temporalidad se ha reducido desde la aprobación de la reforma laboral: del 25,4% en que cerró 2011 al 23,6% de la última EPA. Y lo que es más importante, desde entonces la tendencia ha cambiado radicalmente. Si hace tres años se perdía empleo indefinido a un ritmo del -30% aproximadamente, ahora se gana a un ritmo superior al 20%.
Cambio de mentalidad en las relaciones laborales
También hay quien sostiene que la última reforma supuso mucho más que cambios normativos o abaratamiento de los costes del despido. Según Íñigo Sagardoy, presidente del bufete especializado en Derecho del Trabajo Sagardoy Abogados y uno de los inspiradores de la reforma, implica un profundo cambio de filosofía en la gestión de las relaciones laborales.
Se da mayor protagonismo a la cultura del pacto y de la negociación colectiva en las empresas, al tiempo que ofrece a los gestores de herramientas antes no disponibles para tomar decisiones que den a sus compañías la flexibilidad que exigen los actuales mercados. Pero danto alternativas a los despidos, hasta hace poco casi la única forma que tenían de adaptarse a los ciclos económicos.
Lo que es incontestable es que nuestro país mantiene desde tiempos pretéritos, en ciclos buenos y malos, antes, durante y después de las crisis, unos niveles de desempleo y de temporalidad muy por encima de los países del entorno europeo. Algo había que cambiar, en una crisis que se ha llevado por delante 3 millones de puestos de trabajo.