La depresión postvacacional no solo es cosa de los mayores. Los más peques también pueden sufrirlo durante algunos días si la vuelta al cole no se prepara con la suficiente antelación y de forma escalonada, retomando con tiempo los horarios y rutinas que no se ha cumplido durante el verano.
Los síntomas de los niños no son los mismos que en los adultos, tal y como explica la directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes, Silvia Álava Sordo, ya que los peques no asimilan ni canalizan como los mayores el estrés y los nervios.
Algunos de los síntomas que deben poner en alerta a los papás son los dolores de tripa para remolonear a la hora de ir al cole, o los supuestos dolores de garganta que los más pequeños sienten los días antes de empezar las clases.
La psicóloga destaca que “los niños acusan mucho los cambios, pero también es verdad que se hacen a ellos más rápido que los adultos”. Para evitar que los más pequeños de la casa padezcan los síntomas del síndrome postvacacional como apatía, una especie de tristeza o pereza, lo mejor es “el ajuste de horarios progresivo los días anteriores al comienzo del cole, sobre todo de sueño y de comida”.
Esta psicóloga también cuenta que no hay que olvidarse de que su principal fuente de aprendizaje es el modelado, copian a sus adultos de referencia. “Si ven que el padre está ‘que horrible la vuelta al trabajo, que pereza,…’, el niño copia la conducta. Lo que hay que hacer es darles mensajes positivos: ‘que bien que ya vuelves al cole, vas a ver a tus amigos, vas a jugar con en el recreo’. Los padres deben cuidar mucho el tema de los horarios y el mensaje que se les da, siempre en positivo”, señala Álava.
Para los que se incorporan por primera vez al colegio o a la guardería “conviene involucrar a nuestros hijos en el cambio que van a tener, por ejemplo, participando en la compra de material”, según explica el psicólogo infantojuvenil Abel Dominguez Llort.
También es importante visitar el centro unos días antes para que lo vean como algo cercano y conocido y no como un lugar siniestro en el que pueden llegar a sentirse abandonados.