‘Zanahorias con visión de rayos X’, ‘brócoli power punch’ o ‘sabrosas pelotitas diminutas’. Cambiar el nombre de las verduras puede ser una manera de lograr que los niños se las coman según un estudio realizado en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, y publicado en la
revista ‘Preventive Medicine’.
Durante tres días los alumnos de edades comprendidas entre 8 y 11 años de varias escuelas de diferentes zonas de Nueva York tomaron el mismo menú. La diferencia es que el segundo día la ración de zanahorias pasó a llamarse ‘zanahorias con visión de rayos X’, y el resultado es que se consumió el doble de verdura que en la jornada anterior.
En otra ocasión, los investigadores seleccionaron dos comedores escolares del mismo barrio. Durante el primer mes ambos tuvieron el mismo menú con nombres comúnmente conocidos. Sin embargo, durante el segundo mes, en uno de los dos centros se sirvieron ‘zanahorias con visión de rayos X’, ‘brócoli power punch’ y ‘sabrosas pelotitas diminutas’ en sustitución de los guisantes. El resultado fue que el consumo de verduras se incrementó al 99 por ciento, mientras que en el otro colegio tan sólo fue del 16 por ciento.
Por lo general a los niños les suele costar tomar fruta y verdura porque comen para calmar su hambre y alimentos como los cereales, los azúcares o las féculas resultan mucho más saciantes. Además, algunas verduras tienen un sabor fuerte y en ocasiones amargo, que no
suele ser de su agrado.
Por otro lado, hay estudios que afirman que mientras que el gusto dulce es innato, los ácidos, salados y amargos se aprenden y en el momento de conocerlos serán mejor o peor aceptados por el niño. Además cuanto menos acostumbrados estén a tomarlas menos les gustarán, por lo
que es muy recomendable incluirlas en el menú de manera regular desde que son pequeños.