Andrés Oppenheimer habla en su libro »Basta de historias» sobre modelos de enseñanza en el mundo que en China existe «una obsesión» por la educación. El autor admira la cultura familiar del esfuerzo y la dedicación y por lograr los mejores resultados académicos, aunque pone en tela de juicio que existan excesos al interés por obtener la mejor calificación. Pero al margen de esta cuestión, destaca como ejemplo que en los países asiáticos la educación despierte tanto interés y seguimiento con un evento deportivo, como una final de Champions.
Según cuenta, el presupuesto mensual en educación de las familias chinas sobrepasa a cualquier otra partida, como la aportación a la hucha de las pensiones, la renta del piso o el transporte.
Por tarde es común ver escuelas llenas de alumnos de entre 10 y 16 años que estudian para mejorar su nivel de inglés o subir notas. «Toda la familia ahorra para que el niño pueda estudiar en las mejores universidades. Aquí tenemos un refrán que dice »hijo único, esperanza única, futuro único», explica el portavoz de un centro de estudios.
En Corea del Sur, los hogares dedican el 30% de sus ingresos en clases y profesores de refuerzo. La gente vende sus ranchos y propiedades para que sus hijos tengan una educación diez. «Muchos padres ahorran toda su vida para que sus hijos puedan estudiar el mejor inglés posible. A veces, los mandan al extranjero unos años», según ha declarado en una entrevista el embajador de Chile en Corea del Sur, Adolfo Carafí.
Los padres visitan como media ocho veces al año el colegio de sus hijos y participan de forma voluntaria en actividades, como por ejemplo, ordenar el tránsito en los accesos o colaborar en la gestión de la biblioteca. También, las familias son exigentes en la educación de sus hijos.
El día que paraliza el país es cuando los alumnos de Secundaria realizan la prueba de acceso a la universidad, a mediados del mes de noviembre Algunos templos budistas e iglesias cristianas invitan a los padres a sesiones de oración conjuntos a partir de agosto.
Dentro de las casas, las semanas previas a la prueba, todo gira en torno a ese examen: los padres ven la televisión con audífonos para no molestarlos.
Oppenheimer opina que Corea del Sur ha pasado a ser un país del primer orden económico gracias a su educación. Si en 1950 la riqueza per cápita de Argentina era cinco veces mayor, hoy, el PIB por habitante es el doble en el país asiático, que registra 7.500 patentes al año en EEUU, el mercado más grande del mundo.
Pero el afán por llegar a la excelencia educativa tiene un lado oscuro, por el riesgo de suicidios y la frustración de los estudiantes.