El Camino de Santiago permite a los peregrinos disfrutar de hermosas vistas, pero aquellos que no pueden hacerlo viven una experiencia distinta, aunque no menos gratificante, como ocurre con un grupo de quince personas invidentes que hoy ha alcanzado la meta: la plaza del Obradoiro.
Después de recorrer hasta 100 kilómetros de esta histórica ruta -algunos comenzaron en Elche y otros en Castellón-, esta comitiva de 15 personas, a las que se han sumado diez acompañantes, todos ellos de la Asociación de Usuarios de Perros Guía de la Comunidad Valenciana, han culminado el trayecto ante la Catedral de Compostela.
Miguel Ángel Fernández es uno de los «caminantes» que ha estado acompañando a los invidentes, en representación del Club de Leones, y, según ha explicado a Efe, «hay perros que ha entregado la Fundación ONCE, y perros que se entrenan a través de los clubes de leones, y lo hacemos en Rochester, en el estado de Michigan, EE.UU».
«Se les ha preparado durante dos o tres meses, se les echa en las almohadillas un tipo de cera para que no sufran y en algunos casos, cuando han tenido algún problemilla, se les han puesto unos patucos», ha incidido el también asesor de los animales, que ha contado que «es la primera vez que se hace un camino de Santiago con ciegos y perros guías».
Isabel Mas es una de las mujeres invidentes que se ha atrevido con el desafío de la mano de su marido y su perra, Austin, que ha nacido y se ha criado en Rochester al cuidado de la asociación antes mencionada.
Al ser preguntada por la parte reivindicativa del viaje, Isabel lo ha tenido claro: demostrar que, a pesar de las dificultades que pueden surgir de no orientarse por el sentido de la vista, también puede ser «totalmente autónoma».
Finalizado el trayecto el balance es muy positivo, ha dicho, pero ha reconocido que a veces se han encontrado con reticencias para que los animales pudiesen acceder a determinados lugares o ciudades, en las que había mucha suciedad por el suelo que les creaba inseguridad.
«La verdad es que a mi perra le ha gustado mucho y aunque se ha cansado, que es normal, yo creo que ha disfrutado», ha explicado, y ha añadido que previamente se han entrenado a conciencia, lo que ha eliminado cualquier posibilidad de encontrarse con límites físicos.
Para Paco Nebot, otro de los integrantes, la experiencia ha resultado «maravillosa» y ha destacado, con una amplia sonrisa, que le ha encantado encontrarse a sí mismo y conocer a «mogollón de gente en el Camino».
¿Dificultades? Paco menciona el calor que soportaron el martes, tanto ellos como los perros y, al ser un recorrido de montaña para gente vidente, «puede resultar más fácil, pero para los deficientes visuales o los ciegos totales es más complicado».
«Yo llevo desde finales de junio andando con Hallie una media de 15 ó 20 kilómetros al día para aguantar bien las etapas y tampoco tiene nada que ver el entrenamiento que haces en tu territorio, por así decirlo, que llegar aquí y meterte en montañas o cuestas muy pronunciadas, pero lo hemos llevado muy bien», ha opinado.
Fidel Fernández ha sido el ayudante de Paco, aparte de su perra Hallie, y ha confesado riéndose junto a su amigo que no ha tenido tiempo de aburrirse: «He tenido que estar pendiente todo el rato de a quién tenía delante y a quién tenía detrás para no comerme a un perro o caerme por culpa de un perro».
Fidel no es el único voluntario que se ha sumado a la aventura, aquellos deficientes visuales que querían peregrinar con sus parejas o un amigo lo han hecho, y a los que se inclinaban por hacerlo en solitario se les ha ofrecido la posibilidad de ser acompañados por, hasta ese momento, desconocidos, que al finalizar el recorrido han acabado trabando amistad con sus compañeros de experiencia.
En definitiva, este grupo de 25 personas, sumados todos, que han realizado su travesía por el Camino Francés han puesto, llegando al Obradoiro, un punto y final a un recorrido geográfico y personal de cinco días y un punto y seguido por la consecución de una sociedad más inclusiva y, en consecuencia, más abierta para todos.