Juan Antonio Cano, el expresidente de Afinsa, uno de los mayores fraudes piramidales de la historia reciente de España, ha asegurado que se siente «responsable» por los casi 200.000 inversores afectados, pero asegura que «no estaba en su mano».
Después de haber sido condenado a 12 años y diez meses de cárcel, Cano sigue cargando contra la intervención judicial como la causante de la «muerte» del negocio en el que miles de pequeños ahorradores tenían invertido su dinero en sellos que después no valían una mínima parte de lo depositado.
La Audiencia Nacional aún debe decidir si Cano y el resto de condenados con penas elevadas, que oscilan entre los 6 y los 12 años de cárcel, ingresan en prisión de forma inmediata.
Culpa a la intervención
«Para Afinsa, como para cualquier empresa de España o del mundo, una intervención es la muerte», ha asegurado Cano acerca de la operación judicial puesta en marcha en mayo de 2006 y a la que considera un «acontecimiento» que «sobrepasó» a los directivos.
Además ha dicho que «es bastante obvio que no ha habido estafa«, a diferencia de cuanto expone la sección primera de la Sala de lo Penal, que en su fallo cataloga de ficticio el negocio puesto en marcha por Afinsa ya que carecía de sentido económico y se basaba en una sobrevaloración constante de sellos que no tenían valor intrínseco.
A pesar de ello, el que fuera presidente de la compañía ha afirmado que «sencillamente se dejó de pagar porque se prohibió, una vez intervenida (la filatélica), hacer frente a los compromisos», razón por la que, estima, el proceso iniciado hace una década se refiere a una «causa externa».
La Audienciencia dice que sí hubo estafa
En el fallo conocido el pasado miércoles, 10 años después de la intervención, la Audiencia condena que los clientes, «no informados y crédulos», invertían en la medida que se les prometía la devolución de su dinero, incrementado con un interés muy superior a los que ofrecían las entidades financieras de la época.
El Tribunal considera probado que los acusados desarrollaron un negocio de captación masiva de dinero procedente de pequeños ahorradores de clases medias, que seguían los consejos de los activos agentes comerciales de la compañía, «profesionales sobreintegrados en la subcultura de la organización, hasta el punto
de atraer y hacer caer a familiares, amigos, vecinos y conocidos en la red especulativa tejida por los administradores de aquella».
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