Por su interés reproducimos el artículo «Un huevo cuesta un euro, o un euro cuesta un huevo«, del periodista José María García Hoz, escrito en su blog de lainformacion.com.
UN HUEVO CUESTA UN EURO, O UN EURO CUESTA UN HUEVO
No es una definición muy académica, pero funciona: hay inflación cuando un huevo cuesta un euro, y deflación al revés, cuando un euro cuesta un huevo.
En los últimos 75 años de su historia, la economía española ha registrado inflación: en todos y cada uno de esos años los precios han registrado subidas, mayores o menores, pero nunca han bajado.
Sorpresa, sorpresa
Y de repente, cuando ya estábamos acostumbrados a ese tran- tran del «¡hay que ver, cada vez todo está mas caro!» o «¡cada vez me cuesta más llegar a fin de mes!», termina 2014 con un índice de precios negativo.
Lo que en enero de 2014 costaba dos euros, en diciembre había bajado a 1,5 euros. Pero en lugar de felicitarnos por haber vencido a la inflación saltan las alarmas: «¡Pobres de nosotros, ha llegado la deflación!»
O sea, que va a resultar que durante tantos años hemos sufrido en balde: la inflación era mala, pero su contraria parece aún peor.
Malo descarrilar, y malo parar
En realidad ninguno de los dos fenómenos es bueno: malo es descarrilar porque los precios se disparan, pero no es mejor evitar el descarrilamiento parando el tren económico.
Y es que el personal no es tonto: cuando ve que los huevos cuestan un euro, se apresura a comprar, porque mañana el mismo huevo costará euro y medio. Y viceversa: cuando los precios bajan (o sea, cuando los euros cuestan un huevo), no hay prisa por comprar, que por el piso que hoy te piden 100.000 euros, el mes que viene lo podrás sacar por 80 o 90 mil euros.
¿Quién quiere gastar dinero?
Si todo el mundo pospone sus decisiones de compra, el dinero cada vez valdrá más, pero nadie querrá gastarlo. Y si nadie gasta el dinero, nadie podrá vender y si nadie puede vender, nadie querrá fabricar, y si nadie fabrica, nadie querrá contratar a gente. Eso es la temida deflación.