¿Barrera protectora o detonador? Heredado de las dos guerras mundiales, el mecanismo del límite de endeudamiento en Estados Unidos ha puesto de nuevo al país al borde del abismo, una situación que alienta a los partidarios de su derogación.
«Es un arma política de destrucción masiva», ha declarado el millonario Warren Buffett.
Tras días de negociaciones, senadores republicanos y demócratas alcanzaron el miércoles un acuerdo para ampliar el límite legal de endeudamiento público, tras semanas de incertidumbre que han impactado sobre la confianza de los inversores en el país.
Adoptada en 1917 en el momento en que Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial, esta norma fue concebida como una barrera que le daba al Congreso el poder de controlar los gastos excepcionales del gobierno. Fue ampliada en 1939, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, para abarcar el total de gastos del Estado federal.
Estos últimos años, en el contexto de déficits y de tensa convivencia política entre demócratas y republicanos, el mecanismo se convirtió en un generador de crisis.
En 2011, la falta de acuerdo generó un cortocircuito al hacer que Estados Unidos perdiera «su triple A» otorgada por Standard and Poor’s.
Al igual que ocurre desde el primero de octubre, en 1995-1996, el gobierno tuvo que cerrar durante más de un mes debido a un bloqueo que dejó -como ahora- al país sin ley de presupuesto.
Frente a la perspectiva de nuevas crisis, una pregunta vuelve una y otra vez a la palestra: ¿le convendría a Estados Unidos eliminar esta norma, únicamente adoptada por otro país industrializado, Dinamarca?
«No necesariamente es bueno cambiar el sistema porque no se puede negociar (pero) no sería mala idea pensarlo», estima Dotty Lynch, profesora de la American University en Washington.
Angel Gurria coincide. El secretario general de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) llamó la semana pasada al Congreso a elevar el techo de la deuda «o , mejor aún, «derogarlo».
En enero, el presidente saliente del banco central de Estados Unidos (Fed), Ben Bernanke, había sugerido lo mismo pero en un tono más mesurado, al decir que «sería mejor si no tuviéramos» límite legal de endeudamiento.
El miércoles, John Chambers, a cargo de la calificación de deuda soberana en Standard and Poor’s, detalló los puntos débiles de este sistema que, según él, «no se parece a ningún otro sistema presupuestario» y permite a los legisladores ser «reacios» a financiar los gastos que ya han sido aprobados.
En enero, un grupo de demócratas de la Cámara de Representantes entregó un proyecto de ley para derogar la norma por considerarla «arbitraria». Pero el texto cayó en saco roto en una cámara dominada por la oposición republicana.
Pero existen soluciones. Durante varios años, Estados Unidos encontró un modus vivendi con la «regla de Gephardt», que data de 1979 y bautizada con el nombre de quien la concibió, Dick Gephardt, entonces legislador demócrata.
Según este sistema, el techo de la deuda se elevaba automáticamente a partir del momento en que un presupuesto era aprobado por el Congreso. Pero esta ley fue suspendida en 1995 antes de ser derogada en 2011 por los republicanos.
La regla ideada en 2011 por el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, podría tomar el relevo: consiste en dar al presidente la potestad de ampliar el límite de endeudamiento y dar al mismo tiempo la posibilidad al Congreso de oponerse a esta decisión.
Algunos manejan la alternativa de que Estados Unidos fije el límite en una cantidad muy elevada y voluntariamente inalcanzable, como sucede en el caso de Dinamarca. Esto permitiría «comenzar a debatir de otra cosa», afirmó Warren Buffett.