Es una noticia que en los últimos meses se repite: el récord de paro en España. Cada mes es más alto. Y hoy, en nuestro país, ya se destruye un empleo por minuto. Hace seis días, la ministra de Empleo, Fátima Báñez, aseguraba que España “está saliendo de la crisis” ya que «se están viendo señales esperanzadoras». De momento, las señales esperanzadoras de las que habla la ministra, no parece que las detecte nadie más, aparte de ella.
Pocas horas después de que Báñez sembrara la polémica con su optimismo, se publicaba un estudio elaborado por la Fundación Adecco (III Informe Directivos y RC) que concluía que el 80% de los directores de recursos humanos en España pensaba que en 2013, podríamos alcanzar los seis millones de parados. Ahora nos acercamos a los cinco millones, contamos con 4.833.000 millones de personas en edad de trabajar en las filas del INEM. De aquí, a los seis millones todavía queda un trecho. España podría permanecer una larga temporada en primera línea con respecto al paro. Y lo peor no son las cifras, sino el drama que representa para las familias. Ese empleo que se destruye a cada minuto, puede ser el trabajo de la única persona del hogar que aportaba ingresos; o el de una persona de 50 años, una edad que en Europa es ya una barrera para conseguir otro trabajo; o el de una persona joven, un talento bien preparado que buscará su próximo oportunidad fuera de España.
La situación económica, a pesar de los ‘esfuerzos’ del Gobierno y sobre todo, de los ciudadanos, parece deteriorarse a marchas forzadas. Según el »International Business Report» de Grant Thornton, el número de empresas españolas que prevé más despidos a finales de año, se ha duplicado con respecto a 2011. En este mismo informe, un 73% de los empresarios españoles son pesimistas con respecto al futuro de nuestra economía.
Lo cierto es que economistas de todo signo coinciden en que en España, por su modelo económico, únicamente se crea empleo cuando la economía crece. Es decir, hasta que no retomemos la senda del crecimiento y el PIB presente cifras positivas, difícilmente se crearán puestos de trabajo. Con reforma laboral y todo. El propio Gobierno ha reconocido entre líneas que su reforma laboral serviría para crear más empleo, pero cuando volviéramos a crecer.
Mientras, el clima político empeora. La prensa extranjera se ha hecho eco ampliamente de la tensión política que vive Cataluña avivada por su situación económica. El Gobierno de Artur Mas ha planteado hábilmente las elecciones del 25-N como si fuera un referéndum independentista. Recortes e impuestos ya no son el primer titular de la prensa catalana, se han cambiado por un debate independentista que fuera de nuestras fronteras siembra la desconfianza hacia España (y Cataluña). Así no se atraerá inversión extranjera, ni se propiciará la recuperación económica que saque de la pesadilla del paro a las familias.
Los políticos españoles, catalanes incluidos, parecen ser los únicos que no se dan cuenta que todos estamos en el mismo barco. Ni siquiera el partido en el Gobierno. El PP parece carecer de un rumbo claro, y mientras se derrumban una por una sus promesas electorales, la única defensa que esgrime es el reproche a un PSOE debilitado por sus conflictos de liderazgo. El único acuerdo entre los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE) que podría estar ‘en cocina’ es uno referente a los desahucios. Los socialistas han presentado su ‘proyecto para solucionar’ el torrente de desahucios que asola España. Rajoy ya adelantó la semana pasada en el Congreso, que el Gobierno podría estar interesado en suscribir algunas de las propuestas de la oposición. Rubalcaba, podría así, apuntarse ese pequeño tanto, mientras intenta poner orden y aplacar las voces disonantes que llegan desde el PSC de Chacón.
Economistas como Emilio Ontiveros, ya han sugerido, que lo mejor que pueden hacer los grandes partidos es llegar a un pacto para encarar la salida de la crisis. Sería un mensaje muy importante de cara al exterior.
La idea no parece nada descabellada. Teniendo en cuenta que se exigen sacrificios extraordinarios a los ciudadanos, sería lógico, dada la situación, que la clase política dejara de utilizar la situación económica como un arma arrojadiza más. No hace ni un año que el PSOE abandonó el poder, es evidente que el paro, por ejemplo, no es un problema que se pueda achacar únicamente al actual Gobierno.
Nos encontramos en uno de los momentos más delicados de nuestra historia reciente. El liderazgo, bien entendido, pasa por dejar a un lado los intereses propios para actuar por el bien común. PP y PSOE deben tomar un rumbo claro, y una posición de acercamiento para comenzar a actuar, y evitar que lleguemos a esos seis millones de parados que algunos pronostican. Ese es el único camino para que ganen todos.