El próximo viernes día 29 se publicará la estimación del IPC de agosto en la Eurozona. La cifra será clave de cara a la reunión del BCE del mes de septiembre, porque se han disparado las expectativas sobre una actuación contundente de Mario Draghi para frenar el fantasma de la deflación en Europa.
Los analistas prevén un crecimiento de los precios del 0,3% frente al 0,4% anterior. Si se cumplen los pronósticos, el BCE tendrá el terreno abonado para bajar los tipos de interés y acelerar el proceso para poner en marcha las medidas no convencionales anticipadas en la histórica reunión el pasado mes de junio.
En la reunión de banqueros centrales celebrada la semana pasada en Jackson Hole, Draghi aseguró que «el BCE podría utilizar instrumentos no convencionales para salvaguardar el firme anclaje de las expectativas de inflación en el medio y largo plazo». Aunque no entró en detalles, sí lanzó al mercado el mensaje de que los precios seguirán débiles durante mucho tiempo.
Tras situarse en el 0,4% el pasado mes de julio, la inflación de la Eurozona ya lleva más de diez meses por debajo del 1%, un nivel que el propio Draghi ha definido como “zona peligrosa”. El descenso del mes pasado supone que la inflación ha caído hasta la tasa más baja desde octubre de 2009, el segundo año de la gran crisis.
En España, más de lo mismo
En clave interna, el mes de julio también representó la vuelta de los precios españoles a terreno negativo. El índice de precios de consumo (IPC) cayó en julio un 0,9% respecto al mes anterior y la tasa anual se redujo en cuatro décimas hasta un descenso del 0,3%.
Un dato que supuso la vuelta a los números rojos después de tres meses seguidos de subidas. Por su parte, el IPC armonizado registró un descenso anual de del 0,3%, muy por encima del 0,1% que esperaba el consenso de los analistas. En términos mensuales el recorte de la inflación armonizada fue del 1,5%.
El Instituto Nacional de Estadística atribuyó este descenso a la caída de los precios de la energía eléctrica y la estabilidad de los precios de los carburantes y los lubricantes y lo alimentos y bebidas no alcohólicas. Un estancamiento que contrasta con las subidas registradas en 2013.