Ya es una promesa olvidada, hace casi diez meses el presidente francés, François Hollande, llegó al Elíseo asegurando que forzaría en Europa una renegociación del tratado europeo de disciplina presupuestaria y un cambio de orientación desde las políticas de austeridad.
La Unión Europea ha accedido a hablar de crecimiento, lo hará los próximos jueves y viernes; pero no habrá renegociación del tratado de disciplina presupuestaria, aunque todo apunta a que Francia conseguirá un año más para cumplir con el objetivo de déficit del 3%.
Pero la suavización de las posiciones europeas es más fruto de la realidad económica que de la presión gala. Pasados los años, los funcionarios europeos se rinden a la evidencia: la austeridad por sí misma no puede funcionar.
Mientras Francia ve como se ralentiza su economía y sube el paro. La recaudación por IVA se ha desplomado según las últimas cifras presentadas por el Banco de Francia, un síntoma claro de retroceso del consumo. Y la semana pasada, se confirmó que la cifra de desempleo, en el 10,6%, se acerca al peligroso record histórico de 19954 y 1997, el 10,8%.
La única gota de esperanza para París se encuentra en la última previsión de la OCDE. Según su índice compuesto de indicadores líderes correspondiente al mes de enero, al menos, no se prevén mayores descensos de crecimiento.
En ese contexto, el Gobierno francés, a través de su ministro de Finanzas, Pierre Moscovici, ha relacionado los resultados electorales de Italia y ya ha adelantado que en la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno sobre el crecimiento y la competitividad, plantará batalla a la “austeridad generalizada” aunque también ha admitido que deberá dar señales de ‘reformistas’ a Bruselas. «Entendamos bien lo que quiero decir al rechazar la austeridad generalizada. Sí, tenemos que hacer un esfuerzo para poner en orden nuestras cuentas», admitió Moscovici, «pero el esfuerzo a realizar debe adaptarse a la situación de cada país y preservar las condiciones de recuperación de la actividad económica en Europa», terminaba.
Es decir Francia rechaza la austeridad pero tiene pocos instrumentos para defender el crecimiento porque su economía no pasa por un buen momento y tampoco puede eludir los compromisos europeos.