Emilio Saracho se convertirá mañana en presidente del Banco Popular, y lo hará con el reto de recuperar la confianza del mercado después de que en 2016, la entidad perdiera casi 3.500 millones tras hacer fuertes provisiones para reforzar su balance y acelerar la desinversión en activos improductivos.
Saracho tomará las riendas del banco en cuanto su nombramiento obtenga el visto bueno de la Junta de Accionistas de mañana, una designación que fue acordada por el Consejo de Administración el pasado 1 de diciembre, ante el descontento que había generado entre algunos consejeros la gestión de su antecesor, Ángel Ron.
Ron perdió la confianza de la familia del magnate mexicano Antonio del Valle -titular del 4,25 % del capital del banco- y de otros consejeros como el expresidente de Banco Pastor José María Arias, y la independiente Reyes Calderón.
Pese a la pérdida de apoyos y la elección de Saracho, Ron, que llegó a ser máximo dirigente de la entidad en 2004, ha estado al frente del banco hasta hoy, «no por decisión personal», pero sí para «facilitar el proceso de sucesión» y en aras de que el banco gozara «de estabilidad».
Así lo dijo Ron en su última comparecencia, el pasado 3 de febrero, que además coincidió con la presentación de los resultados anuales de Popular, los peores de su historia.
En dicha intervención, Ron aseguró que dejaba la entidad con la «tranquilidad del deber cumplido» y defendió su gestión, con la que en todo momento intentó preservar la independencia del banco, algo que ha mantenido hasta el final y sin pedir ayudas públicas.
No obstante, desde mañana, la decisión acerca de si el Popular seguirá en solitario o integrado en otra entidad será de Saracho, en quien también recae la responsabilidad de mantener a Pedro Larena como consejero delegado -ratificación que debe aprobar mañana la junta-, o nombrar a otra persona de su confianza.
De la misma manera, Saracho tiene que determinar si sigue adelante con el plan de negocio anunciado hace unos meses por Ron.
Un plan que además de la ampliación de capital de 2.500 millones y el proceso de reestructuración de plantilla y oficinas que ya se han llevado a cabo, prevé la desinversión de 15.000 millones de euros en activos improductivos antes de 2018.
Y ello, mediante la creación de un «banco malo» con 6.000 millones en inmuebles adjudicados.
Decida lo que decida Saracho, sus próximos pasos deberán ir encaminados a recuperar la confianza del mercado y de los inversores.
Popular cerró 2016 como el valor que más perdió en Bolsa, y en el acumulado de 2017, periodo en el que vuelve a verse asediado por los fondos especulativos, retrocede ya más del 7 %.
Esta última semana, la agencia Fitch hundió la calificación del Banco Popular hasta el nivel de bono basura.
Saracho, nacido en Madrid en 1955 y, hasta ahora, responsable de Banca Privada de JP Morgan para Europa, Oriente Medio y África, es licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid.
Inició su trayectoria profesional en 1980 en el Chase Manhattan Bank, donde fue el responsable de las actividades en sectores como gas y petróleo.
Años más tarde participó en la creación y desarrollo del Banco Santander de Negocios, donde lideró la división de banca de inversión y, posteriormente, fue nombrado responsable de la división de Grandes Empresas del Grupo Santander y director general adjunto.
Ya en 1990, trabajó para Goldman Sachs en Londres, como corresponsable de las operaciones españolas y portuguesas, pero en 1995, regresó a Santander Investment como director general responsable del área de banca de inversión a nivel global.
Se incorporó a JP Morgan en 1998 como presidente para España y Portugal y desde 2006 hasta enero de 2008 fue consejero delegado de JP Morgan Private Bank para Europa, Oriente Medio y África, aunque se mantenía como presidente para España y Portugal.
Además es consejero en varias empresas como Inditex o IAG.