La temporada de resultados ya está en marcha en Estados Unidos. Llega después de que los débiles datos de empleo publicados el pasado viernes provocaran la peor semana del año en Wall Street. No es nada extraño si se tiene en cuenta que los inversores necesitaban una buena excusa para realizar una parte de las extraordinarias plusvalías que acumulan desde que empezó el año en unas bolsas estadounidenses en máximos.
De lo que se trata ahora es de calibrar hasta qué punto son resistentes los niveles alcanzados por el índice S&P, que hace una semana tocaba la cota desconocida de los 1.570 puntos. Y los resultados empresariales van a ser un duro examen. Este viernes es el turno de JP Morgan y de Wells Fargo, dos platos fuertes qué medirán si las empresas están a la altura de sus cotizaciones.
La cuestión no es baladí. Los expertos esperan unos resultados mediocres después de las revisiones a la baja de las expectativas en sector clave como el financiero o el tecnológico que se vienen produciendo en los últimos meses. De lo que se trata ahora es de escuchar el mensaje de los gestores de las empresas. De que pongan sobre la mesa sus expectativas para este año.
De que, en definitiva, aclaren si hay razones para mejorar las previsiones de beneficios, ventas, deuda y márgenes desde las mediocres perspectivas actuales. Las expectación está justificada después de un último trimestre del año muy duro para Estados Unidos, lastrado por la incertidumbre interna -el abismo fiscal y las elecciones- y el contagio de la crisis europea.
La mejor noticia es que como los malos resultados ya están descontados, cualquier noticia positiva será recogida con alborozo. Ya veremos si con el suficiente como para mantener viva la llama de unas bolsas que han alcanzado niveles que para muchos son ya injustificados. Europa también se la juega en el envite.