Tras cinco largos años de crisis, son legión los españoles que han depositado parte de su dinero en efectivo y otros objetos de valor como las joyas en las cajas de seguridad de los bancos y cajas de ahorros españoles. La mayor ventaja de este sistema es que el contenido de estas cajas es absolutamente confindencial. No hay que dar cuentas a la entidad de lo que se deposita en ellas, salvo por orden judicial.
Sin embargo, el recrudecimiento de la crisis, la »muerte» de un buen puñado de bancos en España, los escándalos de las preferentes y la subordinadas y ahora el rescate de Chipre con una quita a los depósitos que ha disparado el temor del resto de ahorradores europeos ha convertido el objetivo de conseguir una caja fuerte es casi una utopía.
Apenas quedan cajas libres en las grandes capitales españolas, y las que aún se pueden encontrar son muy caras. El recrudecimiento de la crisis ha disparado su coste anual -sumado el coste de dar de alta el servicio más el mantenimiento- por encima de los 600 euros, aunque la cifra varía mucho en función del tamaño de la caja y de la entidad en la que depositamos nuestras pertenencias. Depende también de la localidad y de si el banco es español o no.
Según distintos cálculos, en España hay alrededor de 15.000 cajas fuertes, que para evitar riesgos las entidades financieras suelen otorgar a clientes con mucha antigüedad y con un historial limpio y solvente. Y también hace falta un bolsillo potente, porque para los bancos se trata de un negocio poco rentable, porque consume mucho espacio físico. Incluso hay que pagar cada vez que se visita la caja.