El cese de hostilidades al que han llegado Seleka y anti-Balaka en la República Centroafricana ha sido acogido con escepticismo. Pocos creen que la normalidad regrese facilmente a un país que tras el golpe de Estado de 2013 y tras ocho meses de enfrentamientos, se encuentra en una situación de crisis humanitaria.
Hace tres días los antiBalaka seguían asesinando
“No se puede esperar gran cosa. Normalmente estos acuerdos se impulsan por presiones internacionales. No hay que olvidar que se trata de una tercera ronda de conversaciones y hasta ahora no se ha llegado a nada”, piensa el misionero salesiano Agustín Cuevas.
El clima en el que se ha gestado el pacto no ha sido en absoluto propicio. Como explica Cuevas, “hace tres días los antiBalaka asesinaban fríamente a un Seleka, y en esos momentos ya se hablaba del encuentro en Brazzaville (Congo). Además, los Seleka ya querían imponer unas condiciones intolerables que pasaban por la partición del país y un grupo de políticos ha rehusado desplazarse”. Es decir, se trata de un acuerdo de mínimos debilitado desde el principio porque no han participado todos los actores y las tensiones no se han rebajado.
Armas por todas partes y niños con granadas
El misionero lleva tres años en el país, donde llegó desde el Chad, país en el que coordinaba proyectos de cooperación para Manos Unidas. Reside en Bangui, la capital, en la Parroquia de Saint Jean de Galabadja. Allí, “es difícil que se aventuren” las tropas internacionales que llegaron en diciembre con el objetivo de pacificar el país. “Bangui, es un laberinto intrincado de casas. Hay armas diseminadas en cientos de lugares. He visto muchachos, casi niños, con granadas en la mano. Las fuerzas internacionales no pueden llegar a todas partes tampoco”, recalca Cuevas.
Un laberinto ‘sin ley’ en el que los centros religiosos son el único refugio
“Estos acuerdos no tienen un resultado inmediato en la población. Hay una situación sin ley que se extiende por el territorio y será muy difícil recuperar la normalidad. Bangui, es una ciudad sin ley, no hay policía, ni jueces. Cualquiera puede decidir terminar haciendo una ejecución sumaria”, dice el misionero.
Cuevas ya ha visto demasiado. “Llegamos a tener 20.000 refugiados en la Parroquia, en una situación de desamparo total. Entre los dos centros salesianos llegamos a tener 70.000. Actualmente se pueden contabilizar entre 5.000 y 7.000”, asegura.
Las misiones y parroquias son para muchos centroafricanos, el único lugar en el que pueden permanecer para sobrevivir.
Se quiere presentar como un conflicto religioso pero no lo es
En la maternidad de la Parroquia de Cuevas han nacido más de 500 bebés desde que comenzaron las hostilidades. Suplen las carencias que ha impuesto esa especie de ‘ley de la jungla’ que impera en el país. En los centros salesianos hay un dispensario, un Liceo, un centro de formación para jóvenes y una escuela.
Por eso, aunque Cuevas reconoce las “buenas intenciones” del acuerdo, se muestra reservado: “no tengo esperanza porque no ha habido resultados ni con todas las tropas internacionales desplegadas”.
Lejos la vida ha degenerado cada vez más en la República Centroafricana. “Era en un principio, un conflicto político-social y ha desembocado en una especie de conflicto confesional”, subraya Cuevas.
A menudo se identifica a los Seleka como milicias musulmanas y a los antiBalaka, como milicias crisitianas. “Es muy fácil decir que se trata de musulmanes y cristianos pero hay Seleka que no son musulmanes, yo los he conocido… y los antiBalaka no son crisitianos. Son animistas con amuletos, y desde luego no siguen reglas cristianas”.Además, “las milicias antiBalaka son grupúsculos de personas sin un mando único”, y también los Seleka están divididos. Por eso las dificultades a la hora de pacificar el territorio y la prudencia con la que la comunidad internacional ha acogido el anuncio.